Cuando volvió el pueblo al campamento, los ancianos de Israel dijeron: «¿Por qué nos ha herido hoy Jehová delante de los filisteos? Vayamos a Silo y traigamos el Arca del pacto de Jehová, para que, estando en medio de nosotros, nos salve de manos de nuestros enemigos.
1 Samuel 4: 3
Las personas ponen en sus cuellos o muñecas de sus manos, amuletos que los acompañan a todos lados con la convicción de que tienen el poder de protegerlos. Lo práctico de un amuleto es que no hay compromiso alguno sino únicamente lo portas en el cuerpo y listo. Algunos han confundido la presencia de Dios con un amuleto, tal como lo hicieron los filisteos y el mismo pueblo de Israel.
Israel iba perdiendo la batalla y a alguien se le ocurrió una idea: ¿Y si traemos el arca? Y la llevaron a la guerra como un amuleto. Cuando los israelitas vieron el arca en el campamento, gritaron tan fuerte de alegría que la tierra tembló porque estaban seguros de que ahora sí ganarían la guerra. La prueba para el pueblo de Israel de que la presencia de Dios no puede ser utilizada para las conveniencias egoístas o presuntuosas, fue que perdieron la batalla.
Los filisteos sabían que el Dios que estaba en el arca era el mismo que había herido a Egipto, así que, viendo una oportunidad, se la llevaron con ellos. Pero la estancia del arca en tierra de filisteos en lugar de ser una bendición, se convirtió en una maldición.
En ocasiones, solemos confundir la presencia de Dios acomodándola a nuestra manera y queremos poner las bases para ser bendecidos. La presentación de un bebé, donde el anciano o el pastor oran por él y ponen sus manos en su cabeza bendiciéndolo, no es un amuleto. Requiere la participación activa y sistemática de los padres que comprometidos instruyan al niño en los caminos del Señor. De otra manera, solo se acarrea maldición.
Tampoco significa que una Biblia abierta en Salmos 91 nos va a librar de los ataques del maligno. En la casa de mi infancia recuerdo una Biblia azul, abierta y acomodada sobre una manta. Nunca supe con qué propósito, pero estuvo abierta tanto tiempo que jamás se pudo volver a cerrar.
No utilicemos a Dios o la religión como un amuleto; mejor hagamos de Jesús nuestro amigo y gocémonos en su presencia. Las bendiciones serán derramadas añadidura.