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El lenguaje del cielo

Procuren estar en paz con todos y llevar una vida santa; pues sin la santidad, nadie podrá ver al Señor.

Hebreos 12: 14

¿Qué goces podría ofrecer el cielo a los que están completamente absortos en los intereses egoístas de la tierra? ¿Acaso podrían aquellos que han pasado su vida en rebelión contra Dios ser transportados al cielo y contemplar el alto y santo estado de perfección que allí se ve?

¿Podrían aquellos cuyos corazones que odian Dios, a la verdad y a la santidad asociarse con los ejércitos celestiales y unirse a sus cantos de alabanza? Estas tres preguntas no las he formulado yo, las hizo Elena G. de White en la página 531 de El conflicto de los siglos. La respuesta a todas ellas es un rotundo «No».

La vida que tenemos ha de servirnos de preparación para la eternidad. Por lo que es aquí donde hemos de acostumbrarnos a amar lo puro y a aprender lo que la autora denomina «el lenguaje del cielo».* ¿Y en qué consiste ese «lenguaje»? A renglón seguido se señala que en el cielo reinan «la pureza, la santidad y la paz». La pureza se refiere a la forma en la que me relaciono conmigo mismo. En cómo cuido mi cuerpo, mi mente y lo que entra en ellos.

Es reconocer que mi cuerpo es templo del Espíritu Santo, que Cristo me compró con su sangre y que todo mi ser le pertenece (ver 1 Corintios 6: 19, 20). «Si uno se mantiene puro, puede tener un uso especial» (2 Timoteo 2: 21, PDT).

La santidad alude a la forma en la que me relaciono con Dios. Contrario a lo que podamos suponer, la santidad no es algo que hacemos para ganarnos el favor divino, sino el resultado de haber sido redimidos por Jesús (ver 2 Corintios 7: 1). Somos santos en la medida en la que nos relacionamos con un Dios que es santo (ver Levítico 19: 2).

Por último, la paz define cómo debo relacionarme con mis semejantes. Los cristianos hemos de contribuir a la paz (ver Romanos 14: 19) y buscarla (Romanos 12:18).

El lenguaje del cielo consiste en relacionarme correctamente conmigo mismo, con Dios y con mi prójimo aquí en la tierra. De esa manera estaré preparado y me sentiré a gusto en el cielo por toda la eternidad.