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Morar en la casa de Dios

Ciertamente, el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días.

Salmos 23: 6, RV95.

La historia de Samuel, especialmente su llamado, es una de mis favoritas de toda la Biblia. Uno de los detalles más interesantes es el lugar donde Samuel se encontraba la noche que Dios lo llamó. La Escritura relata que cuando Dios lo llamó, «Samuel se hallaba durmiendo en el templo de Jehová, donde se encontraba el Arca de Dios; y antes que la lámpara de Dios fuera apagada» (1 Samuel 3: 3, RV95).

En marcado contraste, la misma Biblia define la sociedad israelita en tiempos de Samuel con las siguientes palabras: «No había rey en Israel, y cada cual hacía lo que bien le parecía» (Jueces 21: 25, RV95). ¡Qué gran diferencia! Cuando «cada cual hacía lo que mejor le parecía», Samuel «dormía en el santuario de Dios».

La acción de «dormir en el santuario» se resalta mediante la expresión «antes que la lámpara de Dios fuera apagada». Éxodo 27: 21 indicaba que «la lámpara» del santuario, el candelabro, se encendía al caer la tarde y se apagaba en la mañana. Así que el encuentro de Samuel con Dios ocurrió antes del amanecer. Por otro lado, pasar la noche en la presencia de Dios explica muy bien la vida de éxito que el último juez de Israel experimentó.

La Biblia declara, en el libro de Salmos, que «el que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Todopoderoso (Salmos 91: 1). Curiosamente, la palabra que se traduce como «morará» en el Salmo 91, en hebreo yitlonan, también significa «pasar la noche».* Samuel, literal y figuradamente, «moraba» en el templo, en la presencia de Dios.

Hoy comienza un nuevo día y de seguro te estás preparando para salir a tus quehaceres cotidianos. ¿Dónde «moraste» anoche? ¿Estuviste en la presencia de Dios o te cuentas entre aquellos que hacen «lo que mejor les parece»? Lo que logramos durante el día dependerá de dónde hayamos pasado la noche. De allí que la mejor decisión que podemos tomar es morar en la casa del Señor «por largos días» (Salmos 23: 6).