Aun a Maaca, su propia madre, el mismo rey Asa, la depuso de su dignidad, porque había hecho una imagen de Asera; y Asa destruyó la imagen, la desmenuzó y la quemó junto al torrente Cedrón.
2 Crónicas 15: 16
Maaca había sido designada reina madre, posiblemente durante el reinado de su hijo Abías. Tal título se le otorgaba a la consorte del rey cuando este moría y podía conservarlo mientras vivía. De tal manera, la reina madre tenía potestad sobre el reino y podía influir de manera notoria en los asuntos políticos y religiosos.
Al morir también su hijo Abías, su nieto Asa sube al trono y ella sigue conservando su corona como reina madre. El nombre de la madre de los reyes en la antigüedad era más importante que el de la esposa, es por ello que generalmente vemos a detalle en los registros bíblicos la referencia de la madre.
Maaca o Micaía fue más allá del poder que se le había conferido. Hizo un uso indebido de su autoridad y creyó que su nieto no tendría ni el valor ni la autoridad para quitarle su puesto. Maaca sabía que no debía tener dioses extraños y que su adoración solo se debía al Dios de los cielos; sin embargo, con sus prácticas idolátricas no solo ella había prostituido el culto al verdadero Dios, sino que había arrastrado al pueblo junto con ella.
En un acto de volver al pueblo a Dios, Asa tomó medidas drásticas y destituyó a la reina madre de su puesto. Ni poder, ni honra, ni gloria, ni corona le quedaron a Maaca. Dios hizo lo mismo con su pueblo (ver Jeremías 13: 18).
Como hijas de Dios también se nos ha conferido un poder especial en los asuntos religiosos del reino. ¿Cómo lo estamos aplicando? Si la corona que nos ha sido impuesta está siendo de perjuicio y perdición para nuestros hermanos más pequeños, sin duda que el Rey del cielo nos la quitará.
Nuestros actos con un corazón sincero y reverente habrán de conservar el título que Dios nos ha otorgado y su poder seguirá manifestándose a través de nuestras manos, de nuestros labios, de nuestras acciones, de nuestra mirada. Así las personas que nos rodean serán inspiradas e influenciadas a rendir culto al verdadero Dios.
Querida amiga, usemos la corona que Dios ha puesto en nuestra cabeza como símbolo de ser sus hijas y seamos canales de bendición para la gente que necesita esperanza.