Jesús les dijo: -Por vuestra poca fe. De cierto os digo que si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: «Pásate de aquí allá», y se pasará; y nada os será imposible.
Mateo 17:20
Con regularidad escucho decir que no importa el tamaño de la fe, pues aunque fuera del tamaño de un grano de mostaza, sería suficiente. Repasemos lo que dijo Jesús acerca de ese pequeño grano. En una parábola comparó al reino de los cielos con el grano de mostaza, haciendo hincapié en que, siendo la más pequeña de las semillas, vino a ser un árbol grande y frondoso en el que las aves hacen sus nidos (Mateo 13: 31-32).
En cierta ocasión, un padre desesperado vino a Jesús pidiendo ayuda para su hijo: «Lo he llevado a tus discípulos y no lo han podido sanar». Cuando los discípulos le preguntaron a su Maestro por qué ellos no había podido realizar aquel milagro, él responde contundentemente: «Porque ustedes tienen muy poca fe». Y continuó, «si tuvieran fe como un grano de mostaza»… podrían mover montes (Mateo 17: 14-21).
Nótese que no se está haciendo referencia al tamaño del grano, sino al tamaño de la fe que tiene ese pequeño grano. Su fe es tan grande que «aun siendo la más pequeña de las semillas, viene a ser la más grande de las plantas, al grado de convertirse en árbol». Sí, el grano es pequeño, pero su fe es grande.
Nosotros somos ese pequeño grano, lo que está dentro de nosotros es nuestra fe. ¿De qué tamaño es? La respuesta de Jesús deja claro que no le satisface una fe pequeña. Él anhela que nuestra fe en él sea grande para que de esa manera podamos mover montañas. Obviamente, no quiso decirles que movieran de lugar las montañas literales del país, sino a las montañas de pruebas a las que día a día nos enfrentamos.
La fe y determinación de ser leales a Dios, no libró a Sadrac, Mesac y Abednego del horno de fuego. Finalmente, ellos sí fueron lanzados dentro. No obstante, al ejercer su fe con tal osadía, dieron a Dios la oportunidad de manifestarse de manera sorprendente y sobrenatural. Lo escrito por el profeta Isaías se cumplió en la persona de ellos: «Cuando pases por el fuego, no te quemarás ni la llama arderá en ti» (Isaías 43: 2) La fe de los tres hebreos, había movido el monte. ¿Qué montaña moverá hoy tu fe?