A los cuales, reunidos con los obreros del mismo oficio, dijo: -Sabéis que de este oficio obtenemos nuestra riqueza.
Hechos 19: 25
Al propagarse la noticia en Europa de que en América había una tierra donde cada uno la disfrutaba del producto de su trabajo y ser fiel a sus convicciones de conciencia, miles decidieron emigrar al Nuevo Mundo. Las colonias crecieron y se convirtieron en estados poderosos.
La Biblia era considerada como fuente de sabiduría y la enseñaban en las escuelas, hogares e iglesias. Los resultados de poner la Biblia como base de la fe pronto dieron sus frutos. La armonía que se vivía en aquel lugar era sin igual. No había borrachos, mendigos ni personas lanzando blasfemias.
Todo marchaba maravillosamente en paz, hasta que un grupo creciente de personas comenzaron a llegar por motivos equivocados. Movidos por la avaricia y la esperanza de obtener ventajas terrenales, se unieron a la iglesia sin estar realmente convertidos, ya que era requisito para poder tener voz, voto y trabajo en el gobierno.
Así habían conservado la paz los primeros colonos; no obstante, ahora el principio estaba corrompiendo el fin de la iglesia. Muchos se sumaron a la iglesia sin haber experimentado el poder regenerador del Espíritu Santo. Esto es un recordatorio de que la iglesia y el estado no pueden ir de la mano.
En el tiempo de los apóstoles también existieron personas que usaban su religión como trampolín para sacar ventajas financieras. Tal es el caso de Demetrio, quien ganaba mucho dinero haciendo templos para Diana. Otro caso lo encontramos en Simón, quien estaba dispuesto a pagar una suma de dinero con tal de que él también tuviera el poder de otorgar el Espíritu Santo; motivos equivocados (Hechos 8: 18).
En la actualidad, encontramos corazones que firman su voto bautismal con la expectativa de recibir algún beneficio. Retribuciones terrenales tales como una despensa, un cargo, ayudas económicas, descuentos en escuelas de iglesia, entre otras, son razones equivocadas para ser parte de una congregación. Lo único válido ante el cielo para formar parte de la familia celestial es la transformación obrada por el Espíritu Santo.
Querida amiga, si estás pensando unirte a las filas del Señor, hazlo por los motivos correctos. Si ya eres parte, quédate por los motivos correctos. La buena noticia es que hoy el Espíritu Santo puede quitar de nuestro corazón los motivos equivocados si se lo pedimos.