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Labios lisonjeros

El necio provoca su propio mal; con sus propios labios se tiende una trampa.

Proverbios 18: 7, RVC.

¿Qué personaje viene a tu mente al leer el texto de hoy? Vuelve a leerlo detenidamente y piensa. Si pensaste en Amán, felicidades, aunque posiblemente encontraste otros personajes que también provocaron su propio mal con sus labios. Debido al odio que Amán sentía por Mardoqueo, se le ocurrió la insensata idea de que todos los judíos debían pagar el precio con su muerte.

Por el cargo que ocupaba, se tomó la libertad de proponer exterminar a un pueblo que, según dijo al rey, no guardaba las leyes del monarca y no le beneficiaba en nada dejarlos vivir. Es notable la sutileza de los labios lisonjeros de Amán. Él no se presentó explicando al rey que odiaba a Mardoqueo y a todos los judíos, sino que presentó la propuesta como un plan beneficioso para Asuero.

Una persona lisonjera se describe como «la que alaba de forma exagerada e interesada a alguien para conseguir un favor o ganar su voluntad». En otra ocasión, el rey preguntó a Amán qué debía hacer con la persona que él quisiera honrar (Ester 6: 6). Pensando que la honra del rey tenía que ser para él, pues su silla estaba por encima de todos los príncipes (Ester 3: 1), propuso un opulento ritual que incluía vestir una ropa que el rey ya hubiera usado, portar la corona real y ser paseado por la ciudad en un caballo que el rey hubiere cabalgado.

El caballo sería guiado por uno de los príncipes más nobles del rey y este iría gritando en las calles: «Así se hará con el hombre que el rey desea honrar». Amán dijo todo aquello para su propio beneficio; estaba pensando en su propia gloria y nunca se imaginó que el papel que le tocaría en todo lo que propuso era el de tirar del caballo, ya que era el príncipe más noble del rey. Finalmente, murió en su propia horca. Cual necio, provocó su propio mal y sus labios le tendieron una trampa.

Querida amiga, no sigamos los pasos de Amán. Desechemos los labios lisonjeros que llevan a la destrucción. Pidamos a Dios su sabiduría para que nuestras propuestas no estén enfocadas en nuestra exaltación y beneficio propio, sino que podamos pensar en beneficiar a los demás con nuestros bienes y dones.