Sobre toda cosa que guardes, guarda tu corazón, porque él mana la vida.
Proverbios 4: 23
Era 12 de diciembre, día en que en México se celebra a la virgen de Guadalupe, y nosotros teníamos que trasladarnos de un lugar a otro dentro de la misma ciudad. Aquello no representaba mayor problema, puesto que otras veces habíamos hecho el mismo recorrido y ya calculábamos el tiempo. Para nuestra sorpresa, al doblar en la primera calle… sí, estaba cerrada.
Había una cuerda con un trapo rojo atravesado en medio y cubriendo la entrada de la calle. Tuvimos que avanzar varias cuadras más para seguir en la ruta. Cuando habíamos avanzado unas pocas cuadras, nuevamente nos encontramos con «calle cerrada». No había otra opción que buscar calles alternativas para poder llegar a nuestro destino. No está de más decir que aquel día llegamos tarde al compromiso.
En otras ocasiones hemos encontrado los letreros de «calle cerrada, estamos trabajando» y de igual forma no podemos tener acceso a esa calle. Yo sé que has oído hablar de las importantísimas avenidas que llevan a nuestra mente y, al leer el texto de hoy, te recuerdo que esas avenidas siempre deben tener el letrero de «calle cerrada» para el enemigo. Muchas veces somos nosotras quienes le damos paso a Satanás a nuestras avenidas. si solo no puede tener acceso a nuestras avenidas: lo que vemos, lo que comemos, lo que tocamos, lo que oímos y hasta lo que olemos. ¿Crees que el olfato no es una avenida importante? Te contaré.
Mi padre comenzó a beber alcohol desde los 11 años aproximadamente. Cuando tenía 25 años, conoció a Jesús y de inmediato dejó sus vicios y su vida antigua. Cierto día le pregunté: «¿No se te antojan las cervezas?». Su respuesta me dejó impactada. Me dijo: «A veces, cuando el olor me llega, si se me antoja, pero me aparto para no fallarle a mi Dios». ¿Te das cuenta? Con el olfato también podemos darle paso al enemigo para hacernos caer en tentación.
La buena noticia es que hoy Jesús puede ayudarte a poner el letrero «calle cerrada» en cada una de tus principales avenidas. Cierra tus calles al paso del enemigo. Si él pasa por ahí, dejará tus carreteras hechas un desastre. Pero si solo Jesús tiene acceso, tus calles estarán siempre limpias y dignas para que un Rey transite por ellas.

