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Tirar la toalla

David dijo además a su hijo Salomón: «¡Anímate y esfuérzate, y manos a la obra; no temas ni desmayes, porque Jehová Dios, mi Dios estará contigo; él no te dejará ni te desamparará, hasta que acabes toda la obra para el servicio de la casa de Jehová!»

1 Crónicas 28: 20

Ya tiramos la toalla», -le dijo Félix a mi papá-, y continuó contando sus penas. A mis ocho años nunca había escuchado esa expresión, por lo que no supe su significado. Cuando estuvimos en el auto, le pregunté a mi padre qué había querido decir su amigo, a lo que respondió que él y su esposa estaban en proceso de divorcio.

Tirar la toalla, rendirse, dejar de luchar, dejar de intentar, parar la contienda, bajarse del cuadrilátero y darse por vencido es la opción que algunos toman ante el combate de la vida. El término «tirar la toalla» se aplica cuando en una pelea de boxeo, el entrenador arroja la toalla dentro del ring para indicar que su boxeador debe abandonar la pelea porque no está en condiciones de seguir luchando. Entonces, la pelea se da por concluida.

En la vida cristiana nosotras hemos subido al cuadrilátero para pelear la buena batalla de la fe. Los golpes asestados por el enemigo a nuestros corazones, en ocasiones nos hacen querer salir corriendo y abandonar la pelea. En el texto de hoy, David le dice a su hijo: «Anímate y esfuérzate. No temas, no desmayes». La promesa para Salomón era que Dios estaría con él durante toda la construcción del templo hasta que acabara la obra. Esa misma promesa es hecha hoy para ti. Qué maravilloso es saber que Dios está con nosotras en medio del combate.

En 1995, Laura Serrano y Deirdre Gogarty combatían en el ring por el título mundial del boxeo femenil. En el round número 7, el entrenador de Deirdre arrojó la toalla dentro del cuadrilátero y la mexicana Laura obtuvo el triunfo. Reconforta saber que Jesús nunca va a tirar la toalla por ti, porque él sabe que tu pelea está ganada.

La buena noticia es que Jesús no entrena perdedores porque con su victoria todos somos vencedores. Cuando los golpes de la vida lleguen a tu vida y sangres, llores, te canses y pienses que ya no puedes más, no temas ni desmayes; solo resiste porque pronto el réferi levantará tus manos en señal de victoria. No obtendrás un cinturón de campeona mundial, pero sí obtendrás una corona que el mismo Jesús pondrá en tu cabeza.