¡Jehová! ¡Jehová! Dios fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira y grande en misericordia y verdad.
Éxodo 34: 6, RV95.
La hipérbole es un recurso literario que consiste en la exageración deliberada de cantidades, cualidades y características con la intención de provocar sentimientos, impresiones y reacciones fuertes. Su uso abunda en la literatura, el lenguaje coloquial, los anuncios comerciales, los textos humorísticos y en la política.
Por ejemplo, es muy común referirnos a una persona que está muy feliz con la expresión: «Tiene una sonrisa de oreja a oreja». Otro ejemplo, ahora del ámbito literario, son las palabras del poeta español Miguel Hernández en su poema Elegía: «Tanto dolor se agrupa en mi costado que, por doler, me duele hasta el aliento».
La Biblia, como composición literaria, también hace uso de la hipérbole. Un claro ejemplo son algunas de las descripciones que encontramos en el libro de Jonás: Nínive era una gran ciudad» (1: 2), «tan grande que para recorrerla toda había que caminar tres días» (3: 3). En el mar, Dios hace soplar un «gran viento» y la tormenta era «tan grande que se pensó que se partiría la nave» (Jonás 1: 4). Los marineros sienten «un gran temor» (1: 10, 16), Dios dispone «un gran pez» (1: 17) y manda «un fuerte viento del este» (4: 8). Por último, Jonás «se disgustó en extremo» (4: 1, 9) y «se alegró mucho por la calabacera» (4: 6).
En Jonás, todo es grande; pero entre todo lo grande, hay algo que es mucho más grande. Jonás dice que Dios es «clemente y piadoso, tardo en enojarte y de gran misericordia» (Jonás 4: 2). El Dios de Jonás, que también es tu Dios y mi Dios, es tan misericordioso que salva a los marineros temerosos, a los ninivitas arrepentidos y hace todo lo posible por extenderle su misericordia a Jonás, el profeta desobediente y rebelde.
La misericordia de Dios es su principal atributo (ver Éxodo 34: 6), es más grande que la ciudad de Nínive, que el enojo del profeta, que la tormenta, que tus miedos, tus problemas, que tu rebeldía y que tu pecado. «Sus misericordias jamás terminan […] son nuevas cada mañana» (Lamentaciones 3: 22-23, NTV) y eso, mi querido joven y señorita, no es una hipérbole.