Cristo se ofreció a sí mismo a Dios como sacrificio sin mancha ni pecado.
Hebreos 9: 14, TLA.
El sábado 7 de octubre de 2023, el mundo sorpresa quedó horrorizado. El grupo terrorista Hamás lanzo un ataque sorpresa contra Israel. Utilizando cohetes, barricadas y motocicletas, los terroristas se infiltraron en el estado judío y acabaron con la vida de alrededor de 1,210 personas inocentes, dejando heridas a otras 5,400 y tomando como rehenes a 236 personas. Mientras escribo estas líneas, Israel está bombardeando Gaza mientras se intenta negociar un cese al fuego y la liberación de los rehenes israelíes.
En medio del conflicto, surgió una noticia impactante. El patriarca latino de Jerusalén, el cardenal Pierbattista Pizzaballa, se ofreció como intercambio a los terroristas de Hamás a cambio de los niños judíos que eran rehenes. En una rueda de prensa, el dirigente católico declaró: «¿Si estoy listo para un intercambio? Cualquier cosa, si esto puede conducir a la libertad y traer a esos niños de vuelta a casa, no hay problema. Por mi parte, absoluta disposición».*
Las palabras de Pierbattista me conmovieron. No citó el catecismo católico ni los concilios ecuménicos. No dio un discurso sobre el antisemitismo ni el sufrimiento de los palestinos. No teorizó ni filosofó. Solo dijo: «Me ofrezco». En una situación similar, ¿estarías tú en la disposición de ofrecerte a los terroristas como pieza de canje para salvar a los niños rehenes?
Las declaraciones del cardenal Pizzaballa constituyen un contundente ejemplo de compasión. «Compasión» proviene del vocablo latino «compati», que significa «sufrir con». Cuando «sufrimos con» los que sufren, demostramos nuestra empatía mediante nuestra disposición a ofrecer lo que más valoramos: nosotros mismos. «El amor más grande que uno puede tener es dar su vida por sus amigos» (Juan 15: 13). Por eso, en el Nuevo Testamento, el amor de Dios queda demostrado en el acto de entregar al Hijo (Juan 3: 16). También «Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio» (Efesios 5: 2, NVI). Nota que Jesús no se sentó a teorizar con el Padre, ni profirió un juicio desde su trono. Nada de eso. Él tomó cartas en el asunto y se ofreció como sacrificio para rescatarnos.
El mundo necesita más personas que teoricen menos y actúen más. Que se entreguen a sí mismos por aquellos que están solos, sufriendo y olvidados por el mundo. ¿Seré yo una de esas personas? ¿Lo serás tú?