Servir fielmente al Señor: eso es sabiduría; apartarse del mal: eso es inteligencia.
Job 28: 28
De acuerdo con Deborah Ashway, consejera clínica de salud mental en New Bern, Carolina del Norte, «cada elemento en la naturaleza, absolutamente todo, incluso a niveles celulares, tiene límites. Estos límites están presentes con el propósito de resguardarnos». ¿Pero qué constituye un límite? Nedra Glover Tawwab, terapeuta de Charlotte, Carolina del Norte, lo define como «una declaración de lo que uno espera, necesita o quiere en una situación determinada».
Las palabras de estas profesionales nos transportan a los inicios de la historia humana en el jardín del Edén. Desde tiempos inmemoriales, los seres humanos han debido regirse por límites claros. La violación de estos límites raramente ha conducido a resultados positivos. Un ejemplo claro de esto es el límite establecido por el Creador para nuestros primeros padres: «Puedes comer del fruto de todos los árboles del jardín, menos del árbol del bien y del mal. No comas del fruto de ese
árbol, porque si lo comes, ciertamente morirás» (Génesis 2: 16, 17). La orden era
cristalina y precisa; había un límite que no debía traspasarse. Las consecuencias de la violación de este límite son evidentes en las páginas de la historia humana.
Es relevante destacar uno de los motivos que llevó a nuestros primeros padres a transgredir el límite divino: «Al ver la mujer que el árbol era bueno para comer, agradable a los ojos y deseable para alcanzar la sabiduría, tomó de su fruto y comió» (Génesis 3: 6, RV95). Eva creía erróneamente que violar el límite y comer del fruto prohibido era el camino para «alcanzar la sabiduría». Aunque el deseo de sabiduría es universal, la verdadera sabiduría no se encuentra en el desprecio de los límites establecidos por Dios para nuestro bien. Más bien, la verdadera sabiduría reside en respetar estos límites. Tras describir como Dios pone límites al mar, al trueno y a la lluvia, Job declara: «Servir fielmente al Señor: eso es sabiduría» (Job 28: 28).
Al referirse a la obediencia a los mandatos divinos, Moisés insta a Israel diciendo: «Cúmplanlos y practíquenlos, porque de esta manera los pueblos reconocerán que en ustedes hay sabiduría y entendimiento, ya que cuando conozcan estas leyes no podrán menos que decir: «¡Qué sabia y entendida es esta gran nación!»> (Deuteronomio 4: 6).
Siendo que la verdadera sabiduría se manifiesta al respetar los límites que Dios ha establecido, ¿te consideras una persona sabia?