«El Señor aborrece a los de labios mentirosos, pero se complace en los que actúan con lealtad»
Proverbios. 12:22
No se puede confiar en nuestro perro.
Davey es un perro rescatado. Siguió a una niña a su hogar en la zona rural de Virginia Occidental, y nadie sabía de donde había salido. Pusieron carteles e hicieron de todo. Me temo que alguien lo bajó de su auto y siguió viaje.
Así que hicimos un gran esfuerzo por hacerlo sentir bienvenido en nuestro hogar. Le hicimos fiesta, lo acariciamos y le dimos comida rica. Pero, aprendimos que tenemos que vigilarlo. Si dejamos cualquier comida en el comedor, él espera a que salgamos de la habitación, salta sobre la mesa y se da un banquete. Una vez, se comió una barra de manteca completa. Así que siempre dejamos a un miembro de la familia de guardia hasta que levantamos la mesa.
Poníamos la comida en la mesada de la cocina. Luego de que se comió una torta entera, descubrimos que puede saltar desde un banquito hasta la mesada. Teníamos que acordarnos de alejar el banquito.
Davey comenzó a ir al departamento de los abuelos, en la planta baja, para robarles la comida. Así que teníamos que mantener cerrada la puerta que da a la escalera.
Nuestro hijo, Reef, todavía tenía muchos peluches en esa época, y cada vez que Davey encontraba uno en la cama o en el piso, le sacaba todo el relleno. Así que teníamos que cerrar la puerta de la habitación de Reef.
Luego, el perro comenzó a robar medias del ropero de mi habitación. Ahora teníamos que mantener cerrada la puerta de nuestro dormitorio. Pronto, nuestro amigo peludo solo podía estar en tres habitaciones de la casa, sin incluir el lavadero. Si hubiésemos podido confiar en él, le habríamos permitido estar en todas partes.
Descubrirás que, cuanto más confiable seas, más libertad tendrás. Y cuanto menos confíen en ti, lo más probable es que te tengan bien controlado. Y eso no es divertido para nadie.