«Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa; tú aseguras mi suerte. Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos y es hermosa la heredad que me ha tocado»
Salmos 16: 5-6
Una herencia está constituida por aquellos bienes, derechos u obligaciones que, cuando una persona muere, transmite a sus sucesores. Por lo general, se trata de aquellos bienes que se transmiten de padres a hijos, aunque también existen otras herencias que por su peculiaridad se han hecho famosas en distintos lugares del mundo.
En Italia, por ejemplo, una mujer decide dejar todos sus bienes a su gato Tomás, por haberle brindado afecto y serenidad durante el último periodo de su vida; mientras que otra mujer hereda un edificio de diez millones de euros del anciano al que asistía. En España, una popular cantante hereda un título nobiliario; y en Chile una niña de trece años hereda una deuda millonaria, luego del inesperado fallecimiento de sus padres. Muchos padres consideran que la mejor herencia que pueden dejar a sus hijos es la educación; mientras que los niños anhelan heredar un planeta sostenible.
Imagina por un momento que tienes la posibilidad de elegir una herencia. ¿Qué te gustaría recibir? ¿Qué herencia elegirías? En el Salmo 2: 8 el Señor nos anima a pedir una herencia con estas palabras: «Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra». ¡Piensa que tu sueño podría hacerse realidad! ¿Qué cosa pedirías? En este caso, es necesario meditar más detenidamente, con el fin de no equivocarse y encontrar la mejor opción.
El Salmo 16 registra la ocasión en la que el rey David elige su propia herencia y, notablemente, no busca cosas, tierras, riquezas u honores; ni siquiera triunfos, fama o victorias; su herencia consiste en una Persona: «Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa; tú aseguras mi suerte. Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos y es hermosa la heredad que me ha tocado» (vers. 5-6).
El salmista puede pedir lo que desea; y suspira por heredar la presencia y la compañía del mismo Dios. Si bien, las riquezas, las tierras u honores podrían proporcionarle una satisfacción parcial y momentánea, prefiere una persona, un amigo, el mejor amigo de quien dice «tu aseguras mi suerte»; porque «en tu presencia [la presencia de Dios] hay plenitud de gozo, delicias a tu diestra para siempre» (vers. 11). En otras palabras, la herencia de Dios alcanza una alegría completa y eterna. Y esta herencia está asegurada también para ti. ¡Anímate en este día y elige lo mejor!