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Con la soberbia en los labios

Matutinas para Jóvenes 2020

«Los labios del necio derraman soberbia; los labios de los sabios son su protección»

Proverbios 14:3

Tiro fue la ciudad fenicia más importante que, a partir del siglo X a.C, tomó forma bajo el reinado de Hiram I y ejerció una sólida influencia sobre el resto de las ciudades fenicias hasta el siglo VI. Hiram unió dos islotes mediante un malecón y levantó grandes templos dedicados a Melkart, Astarté y Baal Shamin. Los autores de la antigüedad alabaron la belleza y grandiosidad de la ciudad.

Llegó a ser muy famosa por su actividad marítima, ya que sus comerciantes fueron los primeros en navegar por las aguas mediterráneas. La prosperidad llenó de soberbia a sus habitantes. El profeta Ezequiel transmite un mensaje de Dios para el rey de Tiro: «Yo, el Señor y Dios, te digo que te has envanecido. En tu corazón crees que eres un dios y que tienes tu trono en medio de los mares.

En tu corazón actúas y piensas como si fueras un dios, aunque no eres un dios sino un hombre. […] Con tu sabiduría y tu inteligencia has acumulado riquezas; en tus tesoros tienes oro y plata. Con la ayuda de tu gran sabiduría, en tus negocios has logrado multiplicar tus riquezas, y por causa de esas riquezas tu corazón se ha envanecido. […] yo voy a traer contra ti gente extraña y fuerte de otras naciones, que descargará su espada sobre tu sabiduría, y que manchará tu belleza y esplendor.

Te harán descender al sepulcro, y sufrirás la muerte de los náufragos» (Ezequiel 28:2-8). Incluso, el profeta compara la actitud del rey de Tiro con el propio Lucifer, quien corrompió su sabiduría a causa de su esplendor (vers. 17).

La profecía se cumplió al punto. Los ejércitos de Alejandro Magno se apostaron frente a Tiro en enero de 332 a.C. e impusieron un asedio de ocho meses que atravesó varias fases, con avances y retrocesos de parte de ambos bandos.

El ataque final llegó en agosto del mismo año: el general griego empleó en la operación todos los recursos humanos y materiales, incluyendo una inmensa flota que destrozó las murallas de la orgullosa ciudad. Los griegos masacraron a sus enemigos, matando a unos ocho miml tirios en el asalto a la metrópoli y crucificando a uno dos mil más en la orilla de la playa.

La soberbia no es un mal menor. Por eso, el salmista oraba: «¡No permitas que la soberbia domine a este siervo tuyo! ¡Líbrame de cometer grandes pecados, y nadie podrá entonces culparme de nada!» (Salmo 19:13).

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