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Una gloria eterna que vale muchísimo

Matutinas para Mujeres 2020

Si buscas en la Wikipedia la entrada «María de Bohórquez» (1539-1559), descubrirás este increíble párrafo sobre su persona: «María fue una joven sevillana condenada en los autos de fe celebrados en la ciudad hispalense en 1559, por profesar y difundir la doctrina protestante (lo que se denominaba entonces como “herejía dogmatizante»).

Su denodada defensa de la libertad de conciencia asombró incluso a los experimentados secretarios inquisitoriales, quienes dejaron constancia documental de la ardiente y profunda argumentación teológica de la que esta muchacha era capaz.

También constataron su fracaso como confesores de la Inquisición, en conseguir de la rea una abjuración in extremis, a pesar del rigor de la presión que había sido ejercida contra ella».

La historia de Europa tuvo siglos oscuros, y precisamente una de sus mayores oscuridades fue la Inquisición Española, que se atribuyó la labor de erradicar toda creencia que no fuera conforme a los dogmas de la Iglesia Católica. Lamentablemente, erradicar las creencias significaba para ellos matar a quienes las difundían. Para lograrlo crearon crueles instrumentos de tortura que todavía hoy se pueden visitar en diversas iglesias de España.

Entre las personas que padecieron dolor y muerte por causa de sus creencias se encuentra María de Bohórquez, que llega hasta nuestra memoria hoy para hacernos reflexionar en varias cuestiones de gran importancia espiritual. La primera: darnos perspectiva sobre el nivel de nuestros propios sufrimientos.

Creo que estarás de acuerdo conmigo en que no se compara lo que tuvo que pasar María con las pruebas que tú y yo experimentamos. Sin minimizar las dificultades que tenemos en la vida, piensa en lo que supone morir simplemente por creer en lo que crees. Y de ahí deriva mi segunda reflexión: qué importante es la libertad de conciencia; y qué importante es respetar al otro y lo que el otro cree. Esto, no siempre lo logramos.

Como tercer punto de reflexión esta mañana recurro a la Biblia: «Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren» (2 Cor. 1:3-4, NVI). «Los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento» (2 Cor. 4:17, NVI).

«Sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza»

Romanos 5:3-4, NVI