¡No, a colportar no! ¡Cualquier cosa menos colportar! -dijo Ruth a su amiga, que le proponía viajar a Chile, desde Perú, para ganar dinero colportando.
-No te preocupes —respondió su amiga-, entramos al país con los colportores y una vez allí buscamos otro empleo.
Así la convenció. Al terminar la secundaria Ruth, necesitando dinero para estudiar Enfermería, había viajado a Ecuador para colportar, pero no logró alcanzar su meta, pues se enfermó.
Se había prometido a sí misma no volver a colportar nunca más y buscó trabajo en una panadería. Fue en la panadería donde hizo amistad con la joven chilena que ahora la invitaba a su país.
Ambas emprendieron la aventura y cuando llegaron a la frontera, recibieron la primera mala noticia: su amiga había permanecido en territorio peruano más de lo permitido. Tenía que pagar 120 pesos de multa para salir. ¡Pero no tenía tanto dinero! Ruth comenzó a orar y, en un instante, se resolvió la situación: el agente le dijo: «Con diez dólares la dejo salir».
Faltaba la entrada a Chile, y Ruth había oído que estaban deportando a muchos peruanos. Ella no llevaba pasaporte, solo su cédula. El conductor del autobús las oyó hablar y ofreció resolverles la situación a cambio de dinero, pero ellas prefirieron orar, «Señor, hágase tu voluntad», dijeron, y se dirigieron a los agentes.
Su amiga pasó sin problemas, pues era chilena, pero a ella la sometieron a un interrogatorio: «¿A dónde vas? ¿Qué vas a hacer allá?». «Soy estudiante», dijo Ruth. «¿Dónde están tus papeles?», replicó el agente. Ruth no tenía; ni siquiera el pasaporte. Pero llevaba un prospecto para colportar con el nombre de una universidad. El agente lo vio y dijo: «¿Va a la universidad adventista? Adelante». Permiso concedido.
Ruth desconocía los planes de Dios. El Señor quería que colportara en Chile. Ruth es hoy enfermera, licenciatura que logró vendiendo libros que contienen el mensaje de salvación. «Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor-, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza» (Jer. 29:11, NVI). Lo que nos hace falta a nosotras es confiar plenamente en que eso es así. «El corazón del hombre traza su rumbo, pero sus pasos los dirige el Señor» (Prov. 16:9, NVI).
«Pon en manos del Señor todas tus obras, y tus proyectos se cumplirán»
Proverbios 16:3, NVI