“Ahora pues, dentro de sus posibilidades, terminen lo que han comenzado con la misma buena disposición que mostraron al principio, cuando decidieron hacerlo”
2 Corintios 8:11
Viktor Frankl, el creador de la logoterapia, dice en uno de sus libros que podemos descubrir el sentido de la vida en función de tres condiciones: 1) acogiéndonos a los dones de Dios; 2) moviéndonos a la acción; y 3) a través del sufrimiento.
Ayer hablamos del primer aspecto: recibir los dones de Dios y ponerlos en uso. Hoy te invito a reflexionar en la segunda condición, para encontrar el sentido de la vida: la acción. Movernos a la acción quizá sea el paso más complicado cuando nos enfrentamos a diversas dificultades; sin embargo, al hacerlo, entramos en un proceso de mejora permanente, lo que nos abre puertas a una infinidad de posibilidades.
Acción, movimiento, son cosas que parecen simples; sin embargo, frente a una gran dificultad, muchas de nosotras nos quedamos petrificadas, totalmente paralizadas. Para que hagamos algo en esas circunstancias, es necesario que ejerzamos voluntad y pongamos un empeño consciente. Y, aunado a esto, debemos levantar la vista a Dios con fe.
Décadas atrás, las mujeres estábamos en una posición de meras espectadoras de lo que ocurría en el mundo. Hoy, sin embargo, la vida nos ha llevado aun protagonismo (para muchas, tal vez, no deseado). Algunas lo experimentan desde la trinchera de sus hogares, como madres y esposas; otras, desde su ámbito laboral o al frente de un negocio.
Si eres ama de casa, debes saber que no solo arreglas camas y haces la comida; en la crianza de los hijos estás sentando las bases que definirán el destino de la sociedad, que hoy por hoy se encuentra en crisis. Si trabajas fuera de casa, tienes también un desafío que solo será superado si te mueves a la acción.
El obstáculo que con mayor frecuencia nos impide movernos a la acción es el miedo. Sentimos miedo a lo nuevo porque conlleva cambios, ajustes, aprendizajes, esfuerzo… y eso significa salir de nuestra zona de confort.
Dios, que está dispuesto a ir al frente de tus miedos, te hará comprender que es del temor que nace el valor para alcanzar la excelencia. Intentar hacer cosas por ti misma sin contar con la dirección de Dios es arrogancia, pero asirse de la mano del Señor y seguir sus indicaciones revestida de humildad es el camino del éxito.