Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia .
Santiago 1:2, 3
Dar gracias a Dios en la enfermedad no es fácil, pero eso fue lo que me tocó vivir. Una mañana, luego de encontrarme con Dios, fui a preparar el desayuno. De pronto, sentí algo extraño en mi rostro. Al mirarme en el espejo me llevé una sorpresa: tenía secuelas de una parálisis facial. Muy perturbada llamé a mi esposo para que me ayudara.
¡No sabíamos qué hacer! Después de orar pudimos localizar a un médico, que me aconsejó comenzar un tratamiento. Mi ánimo empeoró cuando él me dijo que había sufrido varias parálisis en el mismo lugar, y que eso no era normal.
Me indicó un tratamiento más avanzado, que me obligó a viajar a la capital y recomenzar el proceso. Al llegar al hospital, me encontré con una hermana de la iglesia que se llamaba Isabel con la que compartimos una linda amistad. Isabel se había alejado del Señor Jesús por diversos problemas personales. Con Isabel formamos un grupo pequeño en el que orábamos por nuestra salud y estudiábamos la Biblia. Cada día se sumaban nuevas pacientes al grupo de oración, que llegaban en espera de su turno, y orábamos juntas.
A pesar del dolor que conlleva la rehabilitación mediante pequeñas descargas eléctricas en el rostro, pude sentir la mano de Dios sosteniendo la mía. Por momentos me desesperaba al notar que no había progreso en mi salud y estaba mucho tiempo lejos de mi esposo y de mi hijita. Después de orar y suplicar ayuda al Señor, él me permitió entender su propósito al dejarme afrontar esta prueba.
Cuando me recuperé, tuve una agradable sorpresa. Al visitar con mi esposo una iglesia en otra ciudad, me encontré con Isabel, una de las compañeras que asistían al grupo de oración. Ella había decidido regresar a los pies de Jesús.
Por mucho tiempo había estado alejada de él, pero al orar y mantenernos unidas sintió que debía volver al Señor. Estaba feliz y agradecida porque Dios le había dado la oportunidad de estudiar la Biblia y experimentar su amor y misericordia.
Alabo al Señor porque me devolvió la salud física y restauró la salud espiritual de Isabel. Dios sabe por qué y para qué permite las pruebas. Solo necesitamos entregarle nuestro problema y confiar en él.
Por Teresa M. Carrera Ruiz de Ayala, Ecuador