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La Hora Del té

Devocional adventista para adoslescentes 2022

Cuando se dieron cuenta de que el rey no iba a hacerles caso, todos los israelitas exclamaron a una: […] «¿Qué parte tenemos con David? ¿Qué herencia tenemos con el hijo de Isaí?»

1 Reyes 12: 16, NVI

En Boston se estaban gestando problemas entre las colonias recién formadas y su madre patria, Inglaterra. Inglaterra necesitaba reponer los gastos de costosas guerras y hacer valer su derecho a cobrar impuestos a las colonias. Las colonias argumentaban que no era justo que se les cobraran impuestos sin tener representación en el Parlamento británico. En este día de 1773, el Parlamento aprobó una ley que aplicaba un pequeño impuesto a todo el té vendido a las colonias por cualquier compañía que no fuera la Compañía de las Indias Orientales, que se encontraba en dificultades.

Se llamó la Ley del Té, y Gran Bretaña pensó que a las colonias les encantaría, porque en realidad bajaba lo que pagaban por el té. Inglaterra pensó que los colonos no podrían prescindir de su té. Sin embargo, en lugar de solucionar el problema, la Ley del Té provocó una airada resistencia por parte de las colonias. Para los colonos, no se trataba tanto del dinero como de su derecho al libre comercio independiente. Esa era la fuente de su prosperidad, y no iban a renunciar a ella.

Pasaron meses en los que los líderes coloniales protestaron por el impuesto y el gobierno británico no cedió. Cuando tres barcos británicos cargados de té de la Compañía de las Indias Orientales atracaron en el puerto de Boston, los colonos exigieron que el té fuera devuelto a Inglaterra. Cuando el gobierno británico se negó, un grupo de colonos llamado Hijos de la Libertad, dirigido por Samuel Adams, planeó una pequeña fiesta del té. En una oscura noche de diciembre, unos 60 hombres disfrazados de nativos americanos subieron a las pasarelas de los barcos y arrojaron al océano té por valor de 27,000 dólares (14 millones de dólares en valor actual). Como te puedes imaginar, Inglaterra se enfureció, y la tensión entre las colonias y la madre patria aumentó hasta que finalmente estalló en la Guerra de la Independencia.

Cuando el rey Roboam del antiguo Israel consultó con sus consejeros más viejos y sabios de la corte, le aconsejaron que bajara los impuestos al pueblo. Desgraciadamente, decidió seguir el consejo de sus consejeros privados, más jóvenes e inmaduros, que insistieron en que gravara aún más a la gente. La decisión de Roboam condujo a la división permanente de su nación. Las grandes decisiones requieren de un bien muy preciado que debería ser la máxima prioridad de los gobiernos y de los individuos: la diplomacia.

Bradley Booth ha enseñado en escuelas adventistas de los Estados Unidos, África, Rusia y Tailandia. Actualmente es el director de The Story Tellers Ministry, que ayuda a enseñar el arte de escribir historias antiguas que siguen siendo importantes hoy. La oración del Dr. Booth es que sus libros inspiren a los lectores a mantenerse de parte de Jesús tanto en los buenos como en los malos tiempos.