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Lo que no soy

Devocional adventista para la mujer 2022

Y a pesar de todo, oh Señor, eres nuestro Padre; nosotros somos el barro y tú, el alfarero. Todos somos formados por tu mano.

Isaías 64: 8, NTV

Compararse con los demás es una de las rutas más rápidas hacia la infelicidad. Lamentablemente, para muchas de nosotras, compararnos y competir es tan automático como respirar. Una amiga me dijo que, cuando era soltera, creía que dejaría de compararse en cuanto se casara. Pero entonces, mi amiga se casó. «¡La comparación nunca termina!», me confesó, mientras charlábamos en su hermoso departamento decorado en tonos turquesas. La tentación de entrar en el terreno de las comparaciones ahora se extendía a su marido y a su estilo de vida. Tener hijos o una carrera exitosa tampoco aplaca la sed insaciable del monstruo de la comparación. Madres y mujeres pueden competir por quién tiene los hijos más inteligentes y bellos, o por quién tiene la carrera más impactante. Pero las victorias nunca alcanzan, porque lo que realmente está en juego es nuestro valor. La comparación es un síntoma de un problema más grave: creer que nuestra identidad depende de nuestros logros y habilidades.

Para mi cumpleaños, mi amiga Noemí me vino a visitar y trajo la cena. Pusimos la mesa en el jardín, para disfrutar del sol radiante de primavera. Antes de comer, Noemí oro por mí y dijo algo inusual: “Dios, te agradezco por todo lo que Vanesa es y por todo lo que no es”. Su frase me dejó pensando. ¡Nunca había agradecido por lo que no soy! Tiendo a ver las cosas que no soy como fallas, como evidencias en mi contra. No soy ni alta ni rubia, ni particularmente flaca. No consigo entender los mapas (es como leer un texto en japonés). Nunca me acuerdo de los nombres de los actores de ninguna película. Tampoco consigo sentir menos (soy una persona emocional, aunque sea incómodo). Pero ¿qué tal si Noemí tiene razón? ¿Qué sucedería si viese todo lo que no soy con gratitud? No estoy hablando de pecados o malas tendencias, sino simplemente de idiosincrasias. Imagina qué sucedería si pudiésemos observar nuestras limitaciones sin desdén y los talentos de los demás sin envidia…

«Hay cerca de 3,5 mil millones de mujeres en este planeta. Cada una tiene diferentes esperanzas, sueños, miedos y experiencias”, escribe María Rodríguez, inspirada en algunos conceptos de The Comparison Trap [La trampa de la comparación], de Helen Roberts. “Si comprendemos la realidad de que cada una de nosotras es especial y tiene un don único para darle al mundo, entonces, tal vez […] comprenderemos más plenamente que no hay necesidad de comparar nuestras vidas y logros con los de los demás”. Tú eres única. ¡Celébralo!

Señor, gracias por todo lo que soy y lo que no soy.

Vanesa Pizzuto es licenciada en Comunicación Social por la Universidad de La Matanza, Argentina, y tiene un máster en Educación por la Universidad de Hertfordshire, Inglaterra. Es la autora de la serie de cuentos bilingües Amancay, publicada por este mismo sello editorial, así como de numerosos artículos. Trabajó como docente y como presentadora de radio para Radio Adventista de Londres. De nacionalidad argentina, Vanesa vive en Inglaterra.