Señor y Dios de nuestros padres, tú eres Dios en los cielos, y dominas sobre todos los reinos de las naciones; en tus manos están la fuerza y el poder. ¡No hay quien pueda oponerse a ti!
2 Crónicas 20:6, RVC
LAS PALABRAS DE NUESTRO TEXTO de hoy son parte de la oración de Josafat, rey de Judá, cuando supo que una alianza enemiga venía a invadirlos. <Contra ti viene una gran multitud del otro lado del mar y de Siria», le dijeron (2 Crón. 20:2).
¿Cuál fue su reacción ante la crisis que se avecinaba? Dice la Escritura que «Josafat se dispuso a consultar al Señor, y ordenó que todos en Judá ayunaran» (vers. 3, RVC). ¡Qué interesante esta forma de responder a la crisis! Josafat contaba con un gran poderío militar y tenía ejércitos «en todas las ciudades fortificadas de Judá»» (17: 2; cf. vers. 14-19); aun así prefirió apoyarse en Dios.
Frente a su pueblo, en el atrio del templo, Josafat reconoció que solo el poder de Dios podía salvarlos: «Ahora, pues —dijo en oración-, aquí están los hijos de Amón y de Moab, y los de los montes de Seir […]. Ellos nos pagan viniendo a arrojarnos de la heredad que tú nos diste en posesión. ¡Dios nuestro!, ¿no los juzgarás tú? Pues nosotros no tenemos fuerza con que enfrentar a la multitud tan grande que viene contra nosotros, no sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos» (20: 10-12).
«A ti volvemos nuestros ojos», ¡Aquí radicaba la verdadera fortaleza de Josafat! En lugar de mirar la enormidad del problema, puso sus ojos en el poder de Dios. Entonces el Espíritu de Dios descendió sobre Jahaziel, con un mensaje de esperanza: « ¡Escúchenme ustedes! -dijo Jahaziel—. ¡Y escúchame tú, rey Josafat! El Señor les dice: “No tengan miedo ni se amedrenten al ver esta gran multitud, porque esta batalla no la libran ustedes, sino Dios”» (vers. 15, RVC).
Y, precisamente porque la batalla no era de ellos, a la mañana siguiente, Josafat puso a la cabeza de su ejército un coro que cantaba alabanzas al Señor (vers. 21). Cuando el coro comenzó «a entonar cantos de alabanza, Jehová puso emboscadas contra los hijos de Amón, de Moab y de los montes de Seir que venían contra Judá, y se mataron los unos a los otros» (vers. 22).
¡Ese es el poder de la oración! ¡Ese es el poder de la alabanza! Lo más grande de todo es que esas mismas armas están hoy a nuestra disposición. Por lo tanto, si ahora mismo estás enfrentando a una «multitud» de problemas, este es el mensaje para ti: «No tengas miedo, porque esa batalla no la libras tú, sino Dios».
Padre bendito, aunque son muchos mis problemas, hoy quiero «volver mis ojos a ti», porque «tú eres Dios en los cielos, y en tus manos están la fuerza y el poder».