No que haya pasado necesidad alguna vez, porque he aprendido a estar contento con lo que tengo.
Filipenses 4: 11, NTV
Liz Carter sufre de una enfermedad pulmonar progresiva desde que era niña. Vivir con esta enfermedad implica que ella debe pasar mucho tiempo en el hospital, con dolores intensos. Debido a su condición, Liz no puede trabajar, y muchas veces debe hacer reposo aun cuando está en su casa. Durante años, Liz oro para que Dios la sanara. Sin embargo, no recibió ese milagro, sino que su condición continuó empeorando.
Un día, mientras leía su Biblia, le llamó la atención el versículo en la carta a los filipenses en que Pablo habla del contentamiento. “Comencé a leer qué es lo que estaba pasando en la vida de Pablo cuando escribió esas palabras. Él estaba en prisión y corría el riesgo de ser ejecutado”, me dijo Liz meses atrás, mientras me contaba su historia. “Me di cuenta de que cuando él hablaba acerca del contentamiento, obviamente no se refería a sus circunstancias. Me di cuenta de que mi vida no tenía que ser perfecta para que yo esté satisfecha, porque Dios está conmigo en medio de mi dolor”.
Liz me dijo que comprender esta verdad le dio una perspectiva diferente que la llenó de paz. Aprender a contentarse no implicaba que ella debía andar siempre sonriendo, brincando por la vida, sino que debía confiar en Cristo con más fe y pasión. “Recibimos contentamiento cuando miramos a Jesús en medio de nuestro dolor, en lugar de esperar hasta que el dolor se vaya. Exponer nuestro dolor ante Dios y los demás, y no permitir que la amargura se convierta en el guión o relato de nuestra vida, nos permite adentrarnos en las profundidades de Dios y encontrar un tesoro inesperado».
Si estar satisfecha con la situación en la que te encuentras hoy te parece imposible, recuerda que el amor de Dios es muchísimo más poderoso que tus dudas. Y su capacidad para satisfacerte es infinitamente más grande que tu imaginación. Mira a Jesús, en la situación en la que estés, y permite que su gracia te sorprenda.
Allí donde más me duele, ayúdame a descubrir la profundidad de tu amor. En el área de mi vida en la que más me cuesta sentirme satisfecha, sorpréndeme con tu gracia, Señor. Dame el inexplicable gozo de tu presencia y el contentamiento de saber que Cristo está conmigo en cada paso del camino. Amén.