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Ganas de fiesta

Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.

Lucas 15:7

Ella preguntó: “Y, ¿qué es más delito, cometer un delito o no arrepentirse de ello?” Ese silencio no fue breve. Dicen que la persona más sencilla del mundo puede hacer una pregunta tal que el hombre más sabio invierta toda su vida en responderla.

Aquella era de esas preguntas porque, hemos de admitirlo, no tenía una respuesta fácil. Hoy, ya no se vive bajo el mea culpa sino bajo el “por culpa de”. No se asume la responsabilidad personal sino que se “desplaza” a otra causa y, en muchas ocasiones, a otra persona. Recuerdo un caso.

Había cometido un error grave durante mucho tiempo. Vino a casa a verme como pastor y como amigo. Tenía lágrimas en sus ojos, cuerpo encogido, mirada esquiva. Parecía sumamente acongojado y, pensé durante un momento, arrepentido.

Pero empezó a hablar. Un “por culpa de” sucedió a otro “por culpa de” y a otro, y a muchos otros. Quizás estuviera preocupado por los efectos, pero no quería reconocer la verdadera causa de su realidad. Cuando se marchó de casa tuve la certeza de que sus irregularidades no acabarían porque no aceptaba su situación. Y así fue.

¿Qué es más delito, cometer un delito o no arrepentirse de ello? El refrán podría decir: “Dime qué delito has cometido y te diré quién eres”; pero, en realidad, terminará diciendo: “Dime cómo reaccionas ante tu delito y te diré quién serás”. Cometer un delito te puede costar una advertencia, una multa, la privación de la libertad, o incluso la vida. No arrepentirte de ello te puede costar la eternidad.

El cristianismo tiene otra actitud frente al pecado. En primer lugar, lo reconoce. No evita abordar la realidad, se enfrenta a ella. Reconocer el error es sumamente valioso porque es un paso esencial para hallar la solución. En segundo lugar, tal situación genera un profundo sentimiento de tristeza.

Ese sentimiento no tiene que ver con las consecuencias sino con las relaciones. ¿Cómo pude haber fallado a un amigo, al Amigo? Lo aprecio tanto que me sabe fatal haber hecho lo que he hecho. La contrición nos permite cambiar de expresión. Ya no emplearemos el “por culpa de” sino el “gracias a”, porque la culpa es nuestra y la solución, de Jesús. Gracias a Cristo se produce un cambio en nuestra vida.

A ver, en el cielo tienen muchas ganas de fiesta. Están deseando que te arrepientas para celebrarlo. ¿Qué te cuesta?

Víctor M. Armenteros es doctor en Filología Semítica por la Universidad de Granada y doctor en Teología (Antiguo Testamento) por la Universidad Adventista del Plata (Argentina). Durante más de una década ha sido profesor de Sagrada Escritura y Lenguas Bíblicas en el Seminario Adventista de España. Actualmente comparte la docencia con la gestión, al ejercer como director de los estudios de posgrado de la Universidad Adventista del Plata y de la sede austral (Argentina, Paraguay y Uruguay) del Seminario Adventista Latinoamericano. Es miembro de la Asociación Española de Estudios Hebreos y Judíos. Ha colaborado como traductor en la Biblia Traducción Interconfesional y forma parte del equipo editorial de la revista DavarLogos. Es, a su vez, autor de diversos artículos sobre escritos bíblicos y literatura rabínica.