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Preciosura

Porque ¡cuánta es su bondad y cuánta su hermosura!

Zacarías 9:17

La estética es muy importante en nuestro mundo porque define las cosas y las personas. Algún sociólogo dice que es tan relevante la forma en la que se presentan los mensajes como el contenido de estos. Todo debe ser de diseño. Eso lo entendió muy bien Steve Jobs y el mundo se llenó de iPods, iPhones y iPads. Lo novedoso debe ser bello y, esto es muy importante, ligero. Nuestra sociedad está obsesionada con la ligereza de las cosas y de las personas.

Un ordenador portátil se considera mejor cuanto menos pesa. Una persona ideal no puede ser “pesada” (no hablo de kilos, aunque también afecta). ¿Qué piensan cuando alguien les cuenta dos veces la misma historia? ¡Qué pesado! Todos, por si fuera poco, deben ser jóvenes. Y, tristemente, podemos ver a niños que aceleran las etapas de su vida para parecer mayores de lo que son. Pero además, y esto es peor, vemos a personas mayores “planchando” sus arrugas y llenándose de bótox para parecer de menos edad de la que tienen.

Es como si lo viejo fuera desechable. Bueno, en cierta medida lo es, porque esta es una sociedad de consumo donde todo debe ser nuevo. Es una hermosura solo de piel, sin alma.
A Dios le encanta la belleza y, al principio, lo hizo todo hermoso (en el Génesis la palabra que se emplea para “bueno” también puede significar “bello” y, curiosamente, “útil”). Que alguien procure la excelencia en lo estético es positivo, siempre que la superficie refleje lo interior.

A veces observo a cristianos que, por su aspecto, no lo parecen. No voy a hablar de usos y costumbres sino de qué mensaje estoy dando. Jesús, en Mateo 12:34, afirma que todo aquello que hay en nuestro interior finalmente sale afuera. Nuestras palabras, nuestras miradas, nuestros gestos, e incluso nuestra manera de vestir, están cargados de información. Reflejamos lo que somos.

Zacarías afirma que Dios no solo es “bueno” sino, además, “bello”. Hay tanto bueno en el Señor, tanta generosidad en su ser, que lo mires por donde lo mires, es de una hermosura espectacular. Su exterior refleja la enormidad de su interior. Dios es una preciosura (una belleza de inmenso valor).

Te propongo, tal y como nos aconsejó Jesús, que te llenes de tantas cosas positivas por dentro (respeto, gentileza, generosidad, simpatía, pureza, etc.) que salgan afuera. Si te colmas de contenido, dejarás de ser superficial y no vivirás al son de la moda o de la simple piel. No hay mejor rostro que el de una persona buena, ni el photoshop consigue algo así.

¡Qué preciosura!

Víctor M. Armenteros es doctor en Filología Semítica por la Universidad de Granada y doctor en Teología (Antiguo Testamento) por la Universidad Adventista del Plata (Argentina). Durante más de una década ha sido profesor de Sagrada Escritura y Lenguas Bíblicas en el Seminario Adventista de España. Actualmente comparte la docencia con la gestión, al ejercer como director de los estudios de posgrado de la Universidad Adventista del Plata y de la sede austral (Argentina, Paraguay y Uruguay) del Seminario Adventista Latinoamericano. Es miembro de la Asociación Española de Estudios Hebreos y Judíos. Ha colaborado como traductor en la Biblia Traducción Interconfesional y forma parte del equipo editorial de la revista DavarLogos. Es, a su vez, autor de diversos artículos sobre escritos bíblicos y literatura rabínica.