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Reconoce y confía

El hombre le respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí.

Génesis 3:12

El relato de Adán en Génesis 3 es tristemente parecido a nuestras realidades. No solo porque se describen cuáles van a ser los efectos del pecado en este mundo (fatiga, dolor, machismo, sumisión) sino porque Adán tiene una reacción de lo más peculiar: les echa la culpa a los otros de su conducta errónea. Si leemos con detalle la excusa del primer hombre, da la sensación de que desplaza la culpa de lo que ha sucedido al mismo Dios.

La técnica de Adán era “desplaza e ignora”. Desplaza la culpa e ignora los pecados. Esa es una reacción que se observa muy a menudo en las personas que han hecho algo incorrecto y que no se sienten realmente arrepentidas. Excusarse vez tras vez o culpabilizar a los otros, además de infantil y cobarde, es una actitud que no ayuda a resolver el problema en el que estás metido. ¿Por qué? Porque al desplazar la culpa no se puede reconocer dónde reside el problema y cómo se puede afrontar.

Imagina que te duele mucho el pie pero que, vez tras vez, insistes en que el problema radica en tu tipo de peinado. Por mucho que vayas a la peluquería a darle formas distintas a tu cabello o te cortes el pelo, el dolor del pie no va a desaparecer. Franz Grillparzer, un dramaturgo austriaco, afirmaba con gran acierto: “Hay un remedio para las culpas, reconocerlas”.
Reconocer nuestro error es un paso imprescindible para alcanzar la solución.

No solo te resitúa en el camino de la verdad, sino que te saca de la infancia espiritual, aquella que vive en la fantasía y la ceguera. Después de reconocer la culpa, no te quedes con ella, pásasela a Jesús. Como dice 1 de Juan 1:9: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad”. La técnica de Jesús es “reconoce y confía”. Reconoce la culpa y confía tu vida al Señor.

Hazte estas preguntas: ¿Hago algo mal? ¿Culpo a los otros? ¿Qué culpa me atrevo a reconocer? ¿Sigo la técnica de Adán o la de Jesús? Hazte estas preguntas con las palabras de 1 de Juan 4:10 de fondo: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”.

Dios te seguirá amando hagas lo que hagas. Ya sabes, reconoce y confía.

Víctor M. Armenteros es doctor en Filología Semítica por la Universidad de Granada y doctor en Teología (Antiguo Testamento) por la Universidad Adventista del Plata (Argentina). Durante más de una década ha sido profesor de Sagrada Escritura y Lenguas Bíblicas en el Seminario Adventista de España. Actualmente comparte la docencia con la gestión, al ejercer como director de los estudios de posgrado de la Universidad Adventista del Plata y de la sede austral (Argentina, Paraguay y Uruguay) del Seminario Adventista Latinoamericano. Es miembro de la Asociación Española de Estudios Hebreos y Judíos. Ha colaborado como traductor en la Biblia Traducción Interconfesional y forma parte del equipo editorial de la revista DavarLogos. Es, a su vez, autor de diversos artículos sobre escritos bíblicos y literatura rabínica.