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Entonces Elías le contestó: “No tengas miedo. Ve y haz lo que has dicho. Pero primero cocina un pequeño pan para mí y tráemelo. Después prepara pan para ti y para tu hijo”.

1 Reyes 17:13, TLA.

Elías huyó después de profetizar al rey Acab que vendrían años de sequía. Se escondió junto a un arroyo y fue alimentado por cuervos, y más tarde por una viuda extranjera. Dios tiene provisión para ti donde menos lo esperas. Sus recursos son ilimitados y superan cualquier expectativa.

El hombre que reprendió al rey necesitaba aprender la humildad y la dependencia de Dios. De un arroyo seco debió irse a una ciudad gentil, el lugar menos indicado para buscar al profeta. Tal vez para mostrar la impotencia de la maldad de Jezabel, la peor enemiga de Elías, Dios hace de aquella ciudad pagana el mejor escondite para su siervo.

Elías llegó a Sarepta y encontró a la viuda que debía alimentarlo. ¿Se sorprendería cuando la viuda le dijo que solo tenía un poco de harina y aceite para hacer un pan y esperar la muerte con su pequeño hijo? Ambos debieron ejercer una gran fe.

Elías le pidió que le hiciera un pan a él primero, confiando en que Dios haría provisión para la viuda y su hijo. La viuda cambió sus prioridades y Dios proveyó milagrosamente para la necesidad de los tres. “Lo más importante es que primero busquen el reino de Dios y hagan lo que es justo. Así, Dios les proporcionará todo lo que necesiten” (Mat. 6:33, NBV). Quien pone a Dios primero, nunca quedará al último.

Elías sabía que sería alimentado por una viuda, y ella recibió también el mensaje de que debía alimentar a un profeta (vers. 8). Mostró amabilidad y cortesía con aquel extranjero israelita. ¡Cuán necesaria es la hospitalidad! Como dice el apóstol Pablo: “No se olviden de mostrar hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles” (Heb. 13:2, NBLA).

¿Cómo habría terminado la historia de la viuda si se hubiese negado a servir al profeta? Solo habría tenido pan para un día. Compartiendo lo poco que tenía, Dios la alimentó durante dos años en época de hambruna. Vio la multiplicación del aceite y la harina tal como siglos más tarde un niño vio multiplicada su pequeña merienda para alimentar a unas diez mil personas.

Dios no llama a haraganes; la viuda estaba trabajando, recogiendo la leña cuando recibió el llamado por medio del siervo de Dios. El primer mensaje que esta mujer recibió de Dios fue: “No tengas miedo”. Hoy a ti te dice lo mismo.

ARSENIA FERNÁNDEZ-UCKELE es teóloga, educadora, especialista en familia y desarrollo infantil. Ha sido misionera en África, Cuba, Argentina, Venezuela y Colombia. Actualmente se desempeña como profesora de castellano en Toledo, Ohio. Es anciana y tesorera de su iglesia local. En su tiempo libre graba programas para la televisora local en Estados Unidos, Venezuela y varias emisoras cristianas. Predica y presenta seminarios en reuniones de damas.