Y todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de la roca espiritual que los seguía. Esa roca era Cristo.
1 Corintios 10:4
De vez en cuando Elena de White nos sorprende con citas como esta: “‘No quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube, y todos pasaron el mar; que todos, en unión con Moisés, fueron bautizados en la nube y en el mar, todos comieron el mismo alimento espiritual y todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de la roca espiritual que los seguía.
Esa roca era Cristo. Pero de la mayoría de ellos no se agradó Dios, por lo cual quedaron tendidos en el desierto’ [1 Cor. 10:1-5]. La experiencia de Israel, referida en estas palabras del apóstol y registrada en los salmos 105 y 106, contiene lecciones de advertencia que el pueblo de Dios en estos últimos días necesita estudiar especialmente.
Insto a que esos capítulos sean leídos por lo menos una vez por semana” (Testimonios para los ministros, pp. 113, 114).
¿Qué tienen los salmos 105 y 106 para que debamos leerlos semanalmente? Pues un par de cosas que son esenciales para aquellas personas que esperan en las promesas divinas.
Primero, hacen historia de lo sucedido, de cómo Dios acompañó al pueblo a lo largo de sus diferentes experiencias, de sus periplos y dificultades. Recordar semanalmente, quizás el sábado a la noche, que Dios participa de nuestra historia, e incluso concretar en qué momentos nos ha ayudado durante la semana, genera memoria activa.
Constatamos la presencia de Dios y esa vivencia fortalece nuestra esperanza. Segundo, Jesús acompañó a su pueblo como una roca. Es curioso, usa la imagen de una roca rodante. Las rocas en el Cercano Oriente eran símbolo de seguridad (nada mejor que construir sobre un suelo rocoso), de protección (guarecerse de la tormenta bajo un peñasco era común entre los pastores) y de fresco (nada como la sombra de una inmensa roca un caluroso día de verano).
Pero ¿rocas rodantes? Bueno, Jesús es así. Le gusta acompañar a su gente. Y, por último, es triste constatarlo, pero muchos cruzaron el mar Rojo, vieron la columna de humo y fuego, contemplaron cómo las rocas se abrían para manar agua y, sin embargo, murieron en el desierto.
Dios puede mostrarse en plenitud, pero depende del ser humano tomar una u otra actitud ante la Gracia.
Es vital pensar en cómo Dios participa cada semana en nuestra vida y que Cristo es la roca que nos fortalece y anima.
Es imprescindible pensar que no nos podemos acostumbrar a esos milagros y que hemos de vivir en consecuencia con nuestra fe. ¡Qué menos que hacerlo una vez a la semana!