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Candidatos por su sangre

Después de esto miré, y vi una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas. Estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas y con palmas en sus manos.

Apocalipsis 7:9

La palabra “candidato” proviene de una práctica de la antigüedad en la que los que deseaban presentarse a un cargo público relacionado con la justicia se vestían con ropas muy blancas.

Era un símbolo de pureza y de oportunidad. En latín había dos palabras para el color blanco, y ‘cándido’ se refería al blanco brillante.

No se podía acceder a esos puestos sin demostrar que se era completamente honesto y que no había ninguna mancha de corrupción en la vida del candidato. Hasta hoy, a una persona muy inocente, sin maldad, se la llama “cándida”.

Esta imagen se aplica en la Biblia a los que pretenden ser salvos. Nosotros anhelamos acceder a la salvación y, cuando contemplamos nuestra vida, somos conscientes de que hay una mancha por aquí y otra por allá, que no se limpian hagamos lo que hagamos.

A veces llegamos, con mucho esfuerzo, al blanco mate, pero ¡nos queda tanto para el blanco brillante! ¿Cómo podemos alcanzar ese nivel? La respuesta es sencilla: la sangre de Cristo.

Mi hermana es especialista en manchas. Tiene tres hijos varones y ha tenido que aprender bastante sobre el asunto. Para la mancha de chocolate, nada como el agua carbonatada. Para las salsas, agua fría con detergente de platos. Para la mancha de rotulador, laca de cabello. Para la de helado, agua oxigenada diluida.

Cada mancha tiene su forma de ser eliminada. La del pecado también. La promoción del mejor “detergente” de la historia ya comenzó en el Antiguo Testamento.

El sistema sacrificial, la sangre de los corderos, representaba la sangre de Cristo. Las personas que habían pecado tenían la esperanza de que, un día, vendría el Salvador a limpiarnos. Por esa razón, la Epístola a los Hebreos (9:12-14) afirma:

“Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los impuros, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” ¡Qué promesa tan consoladora! ¡Qué eficiencia!

No hay manera de ser candidato al cielo (ya sabes, vida blanquísima) sin entregarte a Jesús y que él te blanquee. Pero has de saber que lo hace con sumo gusto y gratis.

¿Te gustaría vestir de blanco brillante?

Víctor M. Armenteros es doctor en Filología Semítica por la Universidad de Granada y doctor en Teología (Antiguo Testamento) por la Universidad Adventista del Plata (Argentina). Durante más de una década ha sido profesor de Sagrada Escritura y Lenguas Bíblicas en el Seminario Adventista de España. Actualmente comparte la docencia con la gestión, al ejercer como director de los estudios de posgrado de la Universidad Adventista del Plata y de la sede austral (Argentina, Paraguay y Uruguay) del Seminario Adventista Latinoamericano. Es miembro de la Asociación Española de Estudios Hebreos y Judíos. Ha colaborado como traductor en la Biblia Traducción Interconfesional y forma parte del equipo editorial de la revista DavarLogos. Es, a su vez, autor de diversos artículos sobre escritos bíblicos y literatura rabínica.