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Bien intencionados, pero equivocados

¿Desconfías acaso de tu temor a Dios? ¿Ya no crees que tu integridad puede salvarte?

Job 4:6, RVC.

Elifaz, el mayor del grupo y el primero en hablar, resumió con maestría la opinión prevaleciente en la época respecto al sufrimiento como resultado del pecado. Muchas de sus palabras eran ciertas, pero carecían de empatía. Aunque seamos sinceros en nuestra opinión, podemos tergiversar una verdad por desconocer el proceder divino.

Elifaz sostenía que el motivo del sufrimiento es hacernos volver de la condición pecadora; por lo tanto, deberíamos dar la bienvenida al sufrimiento. Aunque pudiera ser cierto en algunas circunstancias, no era cierto en la vida de Job ni en forma generalizada.

De acuerdo con Elifaz, los inocentes y buenos jamás sufren. Pero el sufrimiento puede tener otras razones. “El Señor con frecuencia nos pone en situaciones difíciles para estimularnos a hacer un esfuerzo mayor. En su providencia a veces ocurren dificultades especiales para probar nuestra paciencia y nuestra fe. Dios nos da lecciones de confianza.

Nos enseña dónde buscar ayuda y fortaleza en momentos de necesidad. De ese modo obtenemos un conocimiento práctico de su voluntad divina, que tanto necesitamos en la experiencia de nuestra vida. La fe aumenta en poder en el conflicto ferviente con la duda y el temor” (2MCP, p. 478).

La persona que sufre una desgracia o pérdida no puede pensar con lucidez, ni razonar, solo sentir. Cuando murió mi madre, una vecina insinuó que yo debía dar ejemplo de fortaleza a la familia y los amigos. Cuán injusto me pareció ese concepto de que yo no pudiera llorar la pérdida del ser que más me amó, por el simple hecho de que conocía la Biblia más y mejor que mis seres queridos.

Cuando consolemos a alguien, recordemos que “Jesús obraba para aliviar todo caso de sufrimiento que viese. […] Poseía un tacto que ninguno de ellos tenía ni deseaba tener.

Cuando ellos hablaban duramente a los pobres seres degradados, Jesús buscaba a estas mismas personas y les dirigía palabras de aliento. […] Y mientras aliviaba sus sufrimientos, asociaba con sus actos de misericordia las verdades que enseñaba, y así quedaban grabadas en la memoria” (DTG, p. 66).

A pesar de sus fallas, Elifaz reconoció dos grandes virtudes en la vida de Job: su temor a Dios y su integridad. Cuando tememos a Dios, nuestra confianza es más sólida, pero aún nos corresponde aprender cómo mantenerla en medio de un sufrimiento inesperado.

ARSENIA FERNÁNDEZ-UCKELE es teóloga, educadora, especialista en familia y desarrollo infantil. Ha sido misionera en África, Cuba, Argentina, Venezuela y Colombia. Actualmente se desempeña como profesora de castellano en Toledo, Ohio. Es anciana y tesorera de su iglesia local. En su tiempo libre graba programas para la televisora local en Estados Unidos, Venezuela y varias emisoras cristianas. Predica y presenta seminarios en reuniones de damas.