Aunque el Señor puso a los israelitas en aprietos, también hizo surgir caudillos que los libraran de quienes los despojaban.
Jueces 2:15, 16.
¡Qué ironía pensar que Israel llegó a ser esclavo en su propia tierra! Los israelitas sufrían por mano de los enemigos que ellos mismos dejaron vivir en la región. Les saqueaban sus cosechas y tenían que pagarles tributo. ¿Por qué llegaron a eso?
Porque Israel pensó que era una excelente idea dejarlos para que les trabajaran las tierras y les pagaran impuestos (1:28, 30, 33). Con el tiempo, las cosas cambiaron e Israel se convirtió en esclavo y tributario de ellos.
Por esto es que la Biblia nos da el consejo de no amar al mundo. Al principio parece que tenemos el control, pero luego llegamos a ser vencidos. En el caso de Israel, no solo convivieron con sus enemigos, sino que se casaron con ellos (3:6) e imitaron su adoración a Baal y Astarté (vers. 13).
¿Quiénes eran estos dioses? Baal era considerado el dios de la lluvia y la fertilidad y Astarté era considerada la esposa de Baal. Los cananeos los adoraban para tener una abundante cosecha.
La historia de Israel en el libro de los Jueces es como un “sube y baja”. A veces estaban bien, y luego recaían en la idolatría y otro pueblo los esclavizaba. Cayeron en un círculo vicioso de idolatría-opresión-clamor a Dios-libertad, y luego comenzaban de nuevo el ciclo.
En este contexto, encontramos dos veces estas palabras: “En aquella época aún no había rey en Israel, cada cual hacía lo que le daba la gana” (17:6; 21:25). ¡Cuánta tristeza le daban estas palabras a Dios! Él era su rey, pero lo habían rechazado.
Israel era desobediente, pero cuando el pueblo clamaba Dios, sentía compasión y levantaba jueces para liberarlos, a pesar de que sabía que en unos años una nueva generación iba a volver a caer en la idolatría.
Un juez era como un salvador en el momento de mayor crisis. Más que alguien que supiera leyes y juzgara, su función era ejercer gran fe en Dios e ir al campo de batalla para librar al pueblo de los opresores e instituir de nuevo el culto a Dios.
Jesucristo es el Juez por excelencia, y desea limpiar tu vida de cualquier invasor. ¿Se lo permitirás?