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Repartiendo regalos

Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.

1 Pedro 4:10.

Un pastor tuvo un sueño, soñó que era llevado por un ángel hasta el infierno. Allí vio una gran mesa con manjares y rodeada de multitud de personas. Aquella gente, a pesar de la abundante comida, tenía aspecto de pasar hambre.

Presentaban una delgadez extrema y estaban famélicos. El pastor le preguntó al ángel las razones por las que no comían. El ángel le dijo que podían tomar la comida pero que tenían los codos rígidos y que, por lo tanto, aquella no les llegaba a la boca.

El sueño continuó. El pastor fue llevado al cielo donde también había una gran mesa con abundante comida. Alrededor también se encontraba una multitud pero su aspecto era bien diferente. Parecían sanos y bien alimentados.

El pastor pensó que no tendrían el mismo problema con los codos y así se lo comentó al ángel. El ángel le miró sonrientemente y le dijo que no, tenían el mismo problema con los codos. La única diferencia era que en el cielo se daban de comer los unos a los otros. Aquel hombre despertó del sueño con una fantástica lección de vida: ayudar, ayuda.

Pedro nos recuerda que todos hemos recibido regalos de parte de Dios, los llamamos dones. E insiste en que son el resultado de la Gracia divina. Es curioso que esa Gracia no es monocromática, lineal y aburrida. Todo lo contrario, es una Gracia policromada, multiforme e hipercreativa. Es normal, a Dios le gustan los colores, las formas y la variedad.

Algunos ven las cosas venir y, por ello, tienen el don de profecía. Otros son espectaculares ayudando, tienen el don de servicio. Y están los que, de forma natural, educan; el don de la enseñanza. Los que tocan tu corazón, el don de la exhortación.

Los que saben distribuir y poseen el don de la generosidad. Los que pueden coordinar, el don del liderazgo. Los que quieren a todos y tienen el don de la alegría. Lo dicho, regalos de todos los colores, formas y variedad.

Pero Pedro propone algo más: “Minístrelo a los otros”. Es decir, que hay que repartir de lo que tenemos porque juntos construimos iglesia. Hay variedad de regalos pero el Señor nos dice que debemos compartir el mismo espíritu, el espíritu de equipo, el espíritu de colaboración.

Cuando ponemos nuestros regalos sobre la mesa del día a día, compartiendo lo que tenemos, nos damos cuenta de que hay un banquete por delante. Y unos a otros nos alimentamos como si viviésemos el espíritu del cielo.

Víctor M. Armenteros es doctor en Filología Semítica por la Universidad de Granada y doctor en Teología (Antiguo Testamento) por la Universidad Adventista del Plata (Argentina). Durante más de una década ha sido profesor de Sagrada Escritura y Lenguas Bíblicas en el Seminario Adventista de España. Actualmente comparte la docencia con la gestión, al ejercer como director de los estudios de posgrado de la Universidad Adventista del Plata y de la sede austral (Argentina, Paraguay y Uruguay) del Seminario Adventista Latinoamericano. Es miembro de la Asociación Española de Estudios Hebreos y Judíos. Ha colaborado como traductor en la Biblia Traducción Interconfesional y forma parte del equipo editorial de la revista DavarLogos. Es, a su vez, autor de diversos artículos sobre escritos bíblicos y literatura rabínica.