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Ni es un castigo ni es falta de fe

Ambos eran justos delante de Dios y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor. Pero no tenían hijos, porque Elisabet era estéril. Ambos eran ya de edad avanzada.

Lucas 1: 6-7

Con frecuencia se dejan oír frases como: «te falta fe, tienes que orar más, pide perdón por todos tus pecados, ponlo en fondo de inversión, entre otras, de amigos aconsejando a parejas que no han podido experimentar el milagro de la concepción. En ocasiones, quienes hemos pasado por el proceso de la infertilidad, llegamos a creer que nuestro estado es el resultado de nuestra falta de fe, de pecados pasados o simplemente que nuestra vida no es digna de recibir el regalo de un hijo. Si alguna vez te has sentido así o tienes una amiga en tales circunstancias, hoy hay buenas noticias.

Una noche antes de dormir, mientras leía el capítulo 1 de Lucas, mis ojos se detuvieron en los versos de hoy. Estaba anonadada y rebosante de alegría, pues el Espíritu Santo había inspirado a un médico hace miles de años atrás para darme esa noche una linda noticia. No, no era por mis pecados ni por mi falta de fe y oración, no era porque me faltara más consagración el hecho de no tener hijos.

El mensaje de Lucas dijo claramente que tanto Zacarías como Elisabet eran íntegros delante de Dios y obedecían de manera irreprensible sus mandamientos. Tenían una fe muy grande en la promesa del Mesías. Dios no tenía problema en enviarles un hijo a tan ejemplar pareja mientras fueran jóvenes y tuvieran fuerzas para educarlo. Sin embargo, en la infinita omnisciencia de Dios, les reservó para la vejez el regalo de la paternidad.

Debes confiar en que la voluntad del Señor se hará en el momento correcto y a pesar de las circunstancias, a pesar de tu edad y a pesar de la esterilidad. Es cuando parece que ya no hay esperanzas que Dios aparece y sobrepuja toda expectativa del corazón. Es cuando la ciencia se ha dado por vencida, cuando la gloria y la omnipotencia de Dios aparecen rompiendo las leyes naturales, porque después de todo, las leyes le obedecen a él.

Querida amiga, tenemos que confiar en que los planes que Dios tiene para nosotras sobrepasan todo lo que nosotras habríamos elegido. Si ya recibiste el don preciado de la maternidad, trabaja con ahínco y con pasión para llevar a tus hijos a la patria celestial.