Y cuando el niño creció, se lo entregó a la hija del faraón, la cual lo crio como hijo suyo y le puso por nombre Moisés, diciendo: «Porque de las aguas lo saqué»
Éxodo 2: 10
En muchos hogares donde la infertilidad ha privado del gozo de ser padres, se opta por la vía de la adopción. Si buscamos en la Biblia el término «adopción», vamos a descubrir que es el gesto más hermoso que Jesús hizo para que llamemos Padre a Dios.
«Pues ustedes no han recibido un espíritu que los esclavice nuevamente al miedo, sino que han recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!» (Romanos 8: 15). Abba Padre es una expresión muy íntima en la que un hijo se dirige a su padre.
Conozco a familias que decidieron amar, a hijos que no nacieron de ellos y hoy son familias felices. Sin embargo, tristemente también he visto de cerca la angustia, el dolor y la incertidumbre en la que viven algunas familias formadas por adopción.
Con frecuencia la gente me sugiere que busque un bebé para adoptar, y aunque no está mal hacerlo, todavía no está en nuestros planes como matrimonio. No obstante, siempre termino mi respuesta de la siguiente manera: «Si Dios tiene preparado un bebé para mí que va a crecer en otro vientre, él lo traerá hacia mí y dirigirá mis pasos hacia él (el bebé); será la única manera de estar segura de que estoy haciendo la voluntad de Dios en mi vida».
Tal fue el caso de la hija del faraón, a quien Dios preparó y guio para ser la salvadora de Moisés y convertirse en su madre adoptiva. Me conmueve la forma en la que la escritora Elena G. de White lo describe: «Las fervorosas oraciones de la madre habían confiado a su hijo al cuidado de Dios, e invisibles ángeles vigilaban la humilde cuna. Ellos dirigieron a la hija del faraón hacia aquel sitio.
La arquilla llamó su atención, y cuando vio al hermoso niño una sola mirada le bastó para leer su historia. Las lágrimas del pequeño despertaron su compasión, y se conmovió al pensar en la desconocida madre que había apelado a este medio para preservar la vida de su precioso hijo.
Decidió salvarlo y adoptarlo como hijo suyo». Tú puedes ser un canal de bendición para un niño y conducirlo al reino de los cielos. Solo asegúrate que es Dios quien planea el encuentro.