¿O cómo puedes decir a tu hermano: «Hermano, déjame sacarte la paja que tienes en tu ojo», no mirando tú la viga que está en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.
Lucas 6: 42
Después del almuerzo guardé la comida que había sobrado, levanté la mesa y dejé los trastos para lavar más tarde, pues tenía que trabajar en un proyecto musical. Fui al cuarto y me concentré en la creación de un canto, pero de pronto algo me hizo perder la concentración. Desde la recámara podía percibir el indiscutible olor de que algo se quemaba y no tardé en adivinar que a la vecina se le quemaban los frijoles.
Pasaron unos minutos y el olor se hacía más presente. ¿No se dará cuenta la vecina de que se le queman los frijoles? -pensé-, mientras avanzaba en mi proyecto. Seguí trabajando hasta que de pronto el olor me hizo rebobinar mis pensamientos hasta el minuto cuando, antes de salir de la cocina, había puesto a hervir los frijoles. Salí velozmente de la habitación y lo que encontré fue una espesa nube de humo invadiendo mi sala y mi cocina, y una olla con frijoles carbonizados pegados en el fondo. ¿Te ha ocurrido?
¡Cuán a menudo solemos ver con rapidez los errores de los demás en nuestros pensamientos, hacemos un juicio al respecto! En ocasiones acusamos a otros de fallas y defectos que se encuentran alojados en nosotras mismas.
La voz de Jesús desde aquel monte resuena para ti y para mí hasta hoy. No juzguen, no condenen -dijo. El sermón del monte es una regla de vida tan vigente como lo son los Diez Mandamientos. Ellos nos muestran el camino hacia una vida armoniosa y productiva. La violación de ese mensaje ha traído a familias enteras, amigos, vecinos y conocidos un sinfín de sinsabores por el hecho de estar pendientes de lo que los demás tienen que corregir, mientras cerramos los ojos ante nuestras propias imperfecciones.
Querida amiga, la próxima vez que estés tentada a hacer un juicio respecto a alguien o algo, asegúrate de que esos frijoles no estén sobre tu estufa. Pidamos al Señor con ruegos que abra nuestros ojos y podamos ver nuestros rasgos negativos que pueden estar estorbando nuestra vida espiritual y nos ayuden a ser cada día más semejantes a él.