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¿Para qué me enviaste?

Entonces Moisés se volvió a Jehová, y preguntó: -Señor, ¿por qué afliges a este pueblo? ¿Para qué me enviaste?

Éxodo 5: 22

Lilian se encontraba trabajando en Bolivia como misionera voluntaria junto con su esposo. Ambos compartían el gozo de servir en una escuela adventista, donde ella se desempeñaba como preceptora de las señoritas. En cierta ocasión el director de la escuela tuvo que salir y dejó la dirección de la escuela a cargo del joven matrimonio que no tardó en verse en una encrucijada. Un acto digno de una disciplina se presentó en varios de los alumnos, pero no todos los miembros de la junta estaban de acuerdo en ejecutarla. Esta oposición provocó división y sentimientos negativos en el plantel. Fue entonces que Lilian le dijo al Señor: «¿Para qué me enviaste?»

Siempre que Dios tenga un próspero plan para sus hijos, el enemigo tendrá otro para impedirlo. Moisés estaba pasando por un momento similar al llevar sobre sí el reclamo del pueblo. Él estaba cumpliendo la orden de Dios para darles un mejor futuro y lo peor de todo es que él no pidió estar en ese lugar. Sencillamente, Dios lo había colocado ahí porque había visto en él un líder potencial para el cumplimiento de sus propósitos.

Apenas había terminado de orar, cuando un alumno se acercó a Lilian y le dijo: «Maestra, la disciplina que nos van a poner es correcta; nosotros la necesitamos». Casi en seguida entró una maestra y también le externó su apoyo. Más tarde, otros maestros también expresaron que la disciplina era necesaria.

Muchas veces -escribe Liliana- ver que nuestro trabajo no produce el cambio que deseamos en los alumnos, nos preguntamos: «¿Para qué estamos aquí?» Y poco a poco Dios va haciendo su obra por medio de nosotros y su plan de salvación se cumple en las vidas de nuestros alumnos. Muchos de sus corazones han sido transformados.

Querida amiga, si en algún momento esta pregunta surge en tu mente, recuerda que Dios te eligió porque vio en ti a la persona indicada para esa tarea. Si te sientes cansada, sigue; si duele, sigue; si salen lágrimas, sigue. La buena noticia es que pronto verás el propósito de Dios cumplido en tu vida, tú eres el instrumento y Dios tiene el poder; por lo tanto, no hay obstáculo que no puedas vencer. Tu respuesta está en camino.