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Lo que hizo revivir a Marcelina

Entonces nuestra boca se llenó de risa y nuestra lengua de alabanza. Entonces decían entre las naciones: «¡Grandes cosas ha hecho Jehová con estos!»

Salmos 126: 2

Desde hace dos años que solo llora y llora; para caminar arrastra los pies y, si fuera por ella, no se levantaría de la cama. Como un pabilo que se apaga lentamente, se terminaba la vida de Marcelina. Con apenas 20 años, su frescura y su belleza se habían visto marchitadas desde aquel aciago día, cuando un hombre la tomó sexualmente por la fuerza. No habla, no se ríe, y si responde, tan solo musita un «sí», o «no». Los médicos le diagnosticaron depresión y aquello le había llevado una vez a querer terminar con su vida.

La madre de Marcelina había comenzado a asistir a un grupo pequeño en casa de doña Alberta y notaba con claridad que, cuando se cantaban los himnos, había un brillo especial en la mirada de su hija. Una noche, al regresar a casa, Marcelina por fin abrió los labios para tararear el himno: «A Cristo doy mi canto, él salva el alma mía, me libra del quebranto y con amor me guía». Su madre, llena de emoción por aquel suceso milagroso, dejó caer unas lágrimas. Sí, su hija estaba cantando, había música en su alma, lo cual quería decir que el gozo estaba encontrando un espacio en su abatido corazón.

Doña Alberta no era una gran predicadora, no sabía dar estudios bíblicos ni podía cantar, pero tenía bien claro que en el cuerpo de Cristo, cada uno debe cumplir con su función. Por su parte, ella abrió las puertas de su casa y cada miércoles organizaba con la ayuda de los hermanos el grupo pequeño. Cierto día, doña Alberta pidió a la madre de Marcelina permiso para tener la reunión en su casa, a lo que ella accedió gustosa.

Una noche el pastor dijo: «Jesús está en esta casa. Si ustedes la dan la bienvenida, no habrá más tristeza porque él es la alegría». De pronto el silencio reverente fue interrumpido por una voz firme que dijo: «¡Yo quiero!» Era Marcelina y estaba lista para gozar de la nueva vida que Jesús le ofrecía.23

Indudablemente, el canto es un arma poderosa para revivir nuestra vida espiritual, como lo hizo en Marcelina. La buena noticia es que por muy profundas y arraigadas que estén tus heridas y por muy oscura que te parezca la vida, los mensajes amorosos de Jesús pueden derribar esas barreras de tristeza con hermosas melodías. Canta hoy «Grandes cosas, Cristo ha hecho ya por mí».