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No más cárceles

Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.

Juan 8: 32

Martín se fue a dormir de nuevo con el mismo pensamiento acerca del futuro y un Dios inexorable y cruel tirano, o al menos eso era lo que había escuchado de las porciones de la Biblia leídas desde el púlpito. Cierto día, en la biblioteca de la universidad, descubrió con asombro una Biblia, pues nunca antes había visto tal libro y ahora veía la palabra de Dios completa. Así comenzó a leer con convicción sus páginas.

Si antes tenía temor de Dios, ahora estaba más convencido de su condición de pecador, porque decidió hacer cuanto estuviera en sus manos para librarse del pecado y reconciliarse con Dios. Martín se encerró en un claustro donde realizaba trabajos humillantes, llevaba una vida llena de mortificaciones, ayunos y noches sin dormir e inclusive castigos corporales, los cuales hacía con paciencia. Pensaba que de esa forma Dios le aceptaría y obtendría su paz y su perdón, pero nada de esto le ayudaba a sentirse mejor.

Cierto día, un amigo le visitó y le dijo: «Deja de mirarte a ti mismo, deja de ver un castigo venidero por haber violado la ley de Dios. Acude a Jesús, el Salvador, y él perdonará tus pecados. Ya no te martirices por tus faltas, ve a los brazos del Redentor, confía en él, en la justicia de su vida, en la expiación de su muerte. Ama a quien te amó primero».

Un día, cuando Martín estaba subiendo de rodillas las escaleras sagradas, repentinamente las palabras «el justo vivirá por la fe», resonaron como un trueno en su mente y poniéndose de pie huyó de ese lugar. Martín finalmente comprendió que ninguna de sus obras servía para alcanzar el perdón, sino únicamente la sangre de Cristo. Desde entonces comenzó su ardua tarea de predicar la verdad y liberar al mundo como él había sido liberado. Conoció la verdad y la Verdad lo hizo libre. Hoy Martín Lutero es recordado como un gran Reformador.

Siglos después, aún existen personas que piensan ganar el cielo por sus buenas obras, esa es la cárcel que el enemigo ha puesto en sus vidas. Viven atrapadas en la errónea idea de los méritos humanos. Querida amiga, si hoy te sientes libre y salva, levántate y ayuda a liberar a otros para que sepan que solo en la sangre de Cristo hay salvación.