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Raíces Profundas

Los que fueron sembrados en pedregales son los que, al oír la palabra, al momento la reciben con gozo; pero no tienen raíz en sí y no se mantienen firmes; por eso, cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, tropiezan.

Marcos 4: 16-17

La alegría y el entusiasmo son cualidades importantes en la vida cristiana. Escuchar el evangelio y recibirlo con alegría es algo que puede procurarnos grandes satisfacciones, a nosotros y a quienes nos rodean. Pero Dios nos guarde de ser como esas personas que para subsistir y mantener su vida espiritual se limitan a extender sus raíces superficialmente y contentarse con el limitado alimento que pueda darles ese suelo.

Para nutrirse de forma correcta y crecer fuertes y sólidas, las plantas necesitan raíces profundas. Cuando pasa el tiempo y el sol de las pruebas acaba de evaporar el rocío superficial, la planta se seca. El ambiente, las grandes campañas de evangelismo, el glamur de los oradores famosos, los sublimes conciertos de música religiosa, los ágapes solidarios y los banquetes fraternos, los retiros espirituales y los nostálgicos encuentros campestres sin duda aportan grandes bendiciones a los creyentes, pero duran poco. Son «riegos» muy buenos, pero pasajeros y breves.

Cuando regresamos a nuestras rutinas, a la soledad de nuestra vida mediocre, a las pruebas cotidianas, a la monotonía del trabajo, la pequeña reserva de humedad se acaba. Sin el agua del cielo, la alegría pasa y el entusiasmo desaparece. La espiritualidad se seca, el desinterés se instala y la vida cristiana se marchita.

Hundir las raíces en profundidad requiere esfuerzo, pero necesitamos acceder al gran manantial divino para que nuestra vida espiritual florezca. Si queremos crecer no podemos contentarnos con ligeros sorbos, necesitamos «una fuente de agua que brote para vida eterna» (Juan 4: 14).

La Biblia ya enseñaba que el creyente maduro es «como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae, y todo lo que hace · prospera» (Sal. 1: 1). Y prorrumpe en bendiciones para el que busca a Dios en serio: «¡Bendito el hombre que confía en Jehová, cuya confianza está puesta en él!, porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces. No temerá cuando llegue el calor, sino que su hoja estará verde. En el año de sequía no se inquietará ni dejará de dar fruto» (Jer. 17: 7-8).

Señor, no dejes que me contente con una vida espiritual superficial. Para crecer bien, dame raíces profundas para que, por debajo de los pedregales, encuentre siempre tu fuente de agua viva.