Los que están buenos y sanos no necesitan médico, sino los enfermos.
Mateo 9: 12
Al unirme en matrimonio con Gaby, me percaté de su inclinación por mantener la casa impecable. En diversas ocasiones observé reservar tiempo en su agenda ajetreada para dedicarse a la limpieza y organización, pues le gustaba que todo estuviera a su manera. Posteriormente, con el nacimiento de nuestro bebé, nos vimos obligados a contratar un servicio de limpieza, ya que ella se encontraba en proceso de recuperación tras el parto. Aunque Dios me ha dotado de diversos talentos, la destreza para limpiar una casa no figura entre ellos.
Con el paso del tiempo, noté que estaba adoptando una conducta bastante particular. El día previo a la jornada de limpieza, me dedicaba a recoger todo lo que estaba desordenado, lavaba los platos sucios, cambiaba las sábanas, limpiaba ventanas y espejos, y organizaba los juguetes del bebé. Mi esposa también lo notó, y un día me preguntó por qué actuaba así. «Es que no quiero que la señora de la limpieza llegue y encuentre todo sucio mañana», le respondí. «¿Y entonces para qué la contratas?», me preguntó Gaby con una sonrisa en el rostro.
He conocido muchas personas que se comportan de la misma manera en lo que respecta a su relación con Dios. Toman la decisión de entregarse a Cristo, pero antes de dar el paso, empiezan a hacer una «pre-limpieza» en sus vidas. Se sienten avergonzados del desorden que hay en su corazón y sienten que Dios los juzgaría si viera sus vidas en su situación actual. Pero en Mateo 9: 12, Jesús establece una gran verdad espiritual: los sanos no son los que necesitan del médico, sino los enfermos.
Piensa por un momento en esto: si tú pudieras poner tu vida completamente en orden, ¿qué sentido tendría buscar a Jesús? Justamente porque no logramos poner todo en orden, es imperativo tenerlo a él en el primer lugar. Elena G. de White escribió que: «La Sagrada Escritura no enseña que el pecador tenga que arrepentirse antes de poder aceptar la invitación de Cristo: «¡Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso!». La virtud proveniente de Cristo es la que nos induce a un arrepentimiento genuino» (El camino a Cristo, pp. 39-40).
¿Tendrás el valor de dejar entrar a Cristo en tu corazón? ¿O continuarás haciendo pre-limpiezas innecesarias?