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La venganza tiene dueño

No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: «Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor».

Romanos 12: 19

Ojo por ojo y el mundo se quedará ciego», dijo una vez Ghandi. Pero Jesús ya había dicho cientos de años atrás que el «ojo por ojo» ya no tenía vigencia. Sin embargo, para algunas personas, convenientemente, esa parte de la Biblia dictada a Moisés les sirve para respaldar sus deseos de venganza. La venganza es capaz de dirigir a quien la posee, a cometer los actos más viles y horrorosos.

Hace muchos años en mi ciudad natal causó mucha tristeza e indignación la noticia de una niña que fue encontrada muerta en un bote de basura. La asesina fue su tía, quien con engaños había pedido a la niña para llevarla al cine, ya que debido a un problema anterior que había tenido con su hermana, decidió vengarse con su propia sobrina. Serían interminables las historias desencadenadas por este podrido sentimiento, ya sean personales, familiares y hasta entre países.

El fin siempre es la muerte. La venganza es como un cáncer incurable que acaba con la vida del corazón donde mora. La exhortación de Pablo a los romanos es clara: No se venguen, mejor dejen que Dios actúe porque la venganza es de él. Sí, la venganza tiene dueño y no es tuya ni mía, es de Dios.

La venganza no crece por sí sola, sino que requiere un terreno fértil para desarrollarse. Cuando hemos sido ofendidas, sentimos molestia por las acciones de otros sobre nuestra persona, la venganza está en el aire. Ahí comienza la lucha por decidir si la tomamos u optamos por el camino del perdón. Cuando el perdón no es una opción ante la ofensa, el deseo de venganza cobra fuerza y se nutre con la ayuda del odio. No hay paz para los corazones donde el deseo de venganza ha hecho metástasis.

Querida amiga, la venganza no es un plato dulce ni se come fría. Quien decide vengarse daña a dos personas: a la otra persona y a él mismo. Dejemos que sea Dios quien se encargue de vengar nuestras vidas. Dejemos en sus manos las injusticias que nos calan y quitan la paz. Él es justo y su justicia dará al impío su recompensa, pero para los justos tiene preparada la patria celestial.