Ser madre significa correr desde que te levantas hasta que te acuestas. Mi vida transcurre en un constante ajetreo. Me levanto a las 3:40 para orar y a leer la Biblia; después preparo el desayuno para mi esposo y mis hijos, así como tres meriendas y tres almuerzos para que ellos se lleven; luego superviso a mis hijos para que salgan a tiempo a la escuela.
El resto de la mañana debo apresurarme con mis tareas de la universidad, para salir a recoger a mis hijos a las 3:00 p.m. De ahí los llevo a sus actividades extraescolares, a comprar materiales que les solicitan en la escuela, y, una vez en casa, superviso sus tareas, hacemos el culto vespertino, los acuesto y regreso a mi trabajo para la universidad. Con la aceleración que deriva de tanta actividad, un día tomé una mala decisión.
Un viernes en que me urgía comprar fruta, quise ahorrar un poco de tiempo, por lo que dejé el auto estacionado en una parada de autobuses para cruzar rápidamente la calle, comprar la fruta y volver para ir a recoger a mis hijos.
Cuando regresé al auto, un policía me estaba poniendo una multa. Me quedé pálida y avergonzada por haber infringido la ley a sabiendas, solo por ahorrarme unos minutos. Ahora estaba pagando las consecuencias. Gracias a Dios, no fueron tan graves como pensé, pues el policía aún no había llamado a la grúa. Le pedí mil disculpas y me fui, sintiéndome mal como ciudadana y como cristiana.
A veces, en nuestra vida espiritual, también queremos tomar atajos; queremos ver ciertos resultados sin pasar por todos los procesos que requiere recibirlos. Pongamos algunos ejemplos: queremos conocer a fondo la Biblia, pero sin el esfuerzo de apartar un tiempo diario para dedicarlo a su estudio; queremos tener hijos bien educados, pero sin hacer el trabajo de educarnos a nosotras mismas para ser un ejemplo de paciencia y buenos modales; queremos estrellas en nuestra corona pero no llevamos el amor de Dios al prójimo; queremos una vida espiritual poderosa pero no hacemos de la oración una prioridad…
Desear ser buenas cristianas, pero sin pasar ningún tipo de inconveniencias, no funciona, porque Dios no es un Dios de atajos. Dios trabaja a fuego lento.
«Jesús respondió: «Les aseguro que cualquiera que por mi causa y por aceptar el evangelio haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos, […] recibirá la vida eterna»»
Marcos 10:29-30