Y me ha dicho: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.
2 Corintios 12: 9
Un poco extraño el título de hoy, ¿no te parece? El apóstol Pablo era un hombre que tenía todo el derecho de ser una persona arrogante y presumida. Sin embargo, Dios le dio algo que Pablo llamó «una espina en el cuerpo» (ver 2 Corintios 12: 7, NVI), un tipo de problema por medio del cual Dios podía mantenerlo «con los pies en la tierra».
Mucho se ha debatido con respecto a la naturaleza de este problema en el cuerpo de Pablo, algunos dicen que era un dolor de cabeza, como la migraña, que lo molestaba; otros expresan que se trataba de la malaria; algunos dicen que probablemente se trataba de epilepsia. Pero la idea más aceptada es que se trataba de un problema en los ojos, algo así como oftalmia. Elena G. de White expresa que «Pablo sufría de una afección corporal: su vista era deficiente. Pensó que con oraciones fervientes podría eliminarse ese mal; pero el Señor tenía un propósito, y le dijo a Pablo: “no me hables más de este asunto”.
Es suficiente mi gracia. Hará que puedas soportar la dolencia» (Carta 207, 1899). Y en otro lugar ella explica que «él tenía que llevar consigo, en el cuerpo, en sus ojos, que habían sido cegados por la luz celestial, las marcas de la gloria de Cristo» (Sketches from the life of Paul, p. 34). Pablo mismo dijo que la «espina» le había sido dada con el propósito de que no se volviera arrogante o presumido. También expresa que oró al Señor tres veces por sanidad pero el Señor le respondió: «Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad» (2 Corintios 12:9, RV95).
Todos tenemos debilidades, pero, ¿alguna vez te ha cruzado por la cabeza la idea de considerar tus debilidades como fortalezas? ¿No? Pues las palabras de @Dios para Pablo también se pueden aplicar a ti en este día:
«Tus debilidades servirán para que yo demuestre mi poder por medio de tu vida». Cuando nos colocamos en las manos de Dios, incluso nuestras enfermedades pueden servir a un propósito mayor.