Pero él se mantuvo firme, y estuvo matando filisteos hasta que la mano se le cansó y se le quedó pegada a la espada. Aquel día el Señor alcanzó una gran victoria. Luego el ejército siguió a Eleazar para apoderarse de lo que se le había quitado al enemigo.
2 Samuel 23: 10
Eleazar, uno de los valientes de David, al enfrentar a los más acérrimos enemigos del pueblo de Dios, luchó con todas sus fuerzas, con toda su alma, con toda su pericia. Se aferró a su espada, con la que era muy diestro y peleó, peleó sin pestañear siquiera y, al final de la batalla, como una demostración de su esfuerzo y ahínco, la espada había quedado pegada a su mano. Pero me llama la atención que, a pesar del intenso esfuerzo, del sudor, de la entrega, de la constancia, el pasaje expresa claramente que la victoria provino de Dios.
El fenómeno del desplazamiento forzoso en el mundo es una triste realidad. Según el último informe, había más de 79 millones de deslazados en el mundo al finalizar el año 2019. Latinoamérica es la zona donde mayores desplazamientos se presentan. Turquía es el país que más refugiados ha recibido, seguido por Colombia. Colombia es también el país del área con más desplazamientos internos.
En este país, los grupos, al ser desplazados, se organizan en asociaciones para reclamar la devolución de sus tierras que les han sido arrebatadas por actores violentos. Con mucha oración, aferrados a Dios y luchando de manera aguerrida, se han venido registrando verdaderos milagros. Uno de ellos es la restitución de la finca El Milagro, que fue devuelta a sus dueños originales.
Esta finca queda en El Salado, uno de los municipios que más sufrió las consecuencias de la violencia. Allí, el 17 de febrero de 2000 fueron asesinadas 66 personas. Más de trescientos hombres fuertemente armados entraron y, durante tres días seguidos, violaron, torturaron y asesinaron a una población para quien no hubo auxilio. Los sobrevivientes, llenos de dolor y con profundas heridas en el alma, lucharon y lucharon por más de 17 largos e interminables años hasta lograr que su tierra les fuera devuelta.
No soltaron la espada y mucho menos la mano de Dios, y hoy comienzan a ver los resultados. @Dios le concedió a esta gente una gran victoria y está dispuesto a luchar también a tu lado. Joven, en la lucha diaria por tus metas, sueños y planes, aférrate a la espada. No desistas de tus anhelos y sanas ilusiones que tienes para el presente y el futuro. Lucha sin desmayar.