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ISO 9000

No escucharás las palabras de tal profeta ni de tal soñador de sueños, porque Jehová, vuestro Dios, os está probando para saber si amáis a Jehová, vuestro Dios, con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma.

Deuteronomio 13:3

El ser humano lleva muy mal eso de que se lo evalúe. Durante mis años de docente he encontrado muy pocos alumnos que encontrasen satisfacción en realizar exámenes y en conocer su realidad académica (y no tengo muy claro sobre cómo catalogar a aquellos que sí les gustaba). Parece que es necesario un alto nivel de madurez para saber enfrentarnos a lo que somos.

Por eso, me extrañó cuando nuestra fábrica de alimentos en la universidad se ofreció voluntariamente para realizar las pruebas que le aportarían un estándar de calidad, una ISO acreditada. Tuvieron que trabajar mucho, mejorar mucho, cambiar procesos y mecánicas, pero al final consiguieron la más alta calificación en su área. Entonces comprendí que no hay nada mejor que saber dónde estamos y dónde podemos llegar.

Como seres humanos, ya se los decía, llevamos muy mal que la Biblia, en diferentes lugares, indique que somos probados. Pensamos que es un acto negativo en el que se busca nuestro más pequeño defecto para castigarnos con el fuego eterno. Quiero decirte que esa no es una idea bíblica sino una interpretación medieval que buscaba someter y asustar a los creyentes. El objetivo de las pruebas divinas es, como en la obtención de una ISO, que mejoremos. Así lo encontramos en Deuteronomio 8:16, cuando se indica que el maná sirvió para que el pueblo aprendiera, humildemente, a depender de Dios, y para evaluar cuánto confiaba en el Señor. ¿Para qué? El texto dice “para, al final, hacerte bien”.

En ocasiones pensamos que amamos a Dios de verdad, y el Señor nos ayuda a saber si nuestro autoconcepto es correcto o no. ¿Le somos totalmente fieles? ¿Tomamos cada una de nuestras decisiones conforme a su criterio (“con todo vuestro corazón”)? ¿Entregamos cada momento de nuestra vida a su voluntad (“con toda vuestra alma”)? El verdadero amor no atiende a dispersiones.

¿Nos desenfoca cualquier novedad de un telepredicador, cualquier teoría esotérica con aire apocalíptico, cualquier comentario de una persona tóxica? ¿Tenemos facilidad para desconfiar de Dios a la primera de cambio? Si no escuchas esas interferencias, vas camino de una ISO de calidad.

Si eres de aquellos que los arrastra “cualquier ventolera de doctrina” (Efe. 4:14), debieras revisar tu concepto propio y proponerte amar mejor a Dios. No te lo tomes a mal, es una simple prueba que te hará mucho bien.

Víctor M. Armenteros es doctor en Filología Semítica por la Universidad de Granada y doctor en Teología (Antiguo Testamento) por la Universidad Adventista del Plata (Argentina). Durante más de una década ha sido profesor de Sagrada Escritura y Lenguas Bíblicas en el Seminario Adventista de España. Actualmente comparte la docencia con la gestión, al ejercer como director de los estudios de posgrado de la Universidad Adventista del Plata y de la sede austral (Argentina, Paraguay y Uruguay) del Seminario Adventista Latinoamericano. Es miembro de la Asociación Española de Estudios Hebreos y Judíos. Ha colaborado como traductor en la Biblia Traducción Interconfesional y forma parte del equipo editorial de la revista DavarLogos. Es, a su vez, autor de diversos artículos sobre escritos bíblicos y literatura rabínica.