Entonces oró Jonás a Jehová, su Dios, desde el vientre del pez.
Jonás 2:1
Hay numerosas páginas de Internet sobre cómo proceder cuando te encuentras en un peligro. ¿Qué hacer cuando te ataca un oso? ¿O cuando empieza un terremoto? ¿Dónde meterse cuando arrecia una terrible tormenta eléctrica? ¿Cómo evitar el ataque de un cocodrilo? Son muy curiosos los consejos, aunque uno se pregunta: ¿Cuántas posibilidades tengo de que eso me pase?
Pues bien, esa misma cuestión se la hizo Jonás, aunque sus circunstancias eran bien distintas. La pregunta en la página de Internet sería algo así: ¿Cómo sacar a un profeta rebelde de un gran pez cuando se encuentra en la profundidad del mar? No vale lo de hacer fuego, como en la historia de Pinocho y Geppetto, porque no estamos hablando de ningún cuento. La historia de Jonás fue real, nada de ficción.
¿Sabes la respuesta? Seguro que sí: ¡Confiando en Dios! El capítulo 2 de Jonás es una verdadera maravilla. Primero, porque se nota que conocía el himnario de la época. Comienza con Salmo 120:1, sigue con 42:7, luego con 31:22, 69:1 y 2, 30:3, 18:6, 31:6, y acaba con 3:8.
Compone una canción con los recuerdos de sus himnos preferidos. Todos tienen algo en común: piden la cercanía del Señor. Jonás, además, habla en pasado como si ya no estuviera en el interior de ese inmenso pez. Eso es confianza. Y esa confianza, a la que también llamamos fe en las promesas divinas, lo sacó de esa bestia marina hambrienta de profetas.
La frase clave en toda la oración de Jonás es: “La salvación viene de Jehová”. Es una expresión que define con total claridad el secreto ante cualquier dificultad. Dios asegura que nos salvará y cumple su promesa. Solo tenemos que asirnos de ella y esperar. Dios puede trazar senderos sobre mares, derribar murallas con trompetas, acabar con gigantes con un simple guijarro o hacer regurgitar a un gran pez.
Convierte en historia real hasta lo más fantástico. Pero, además, puede darte ánimo cuando abres la ducha en la mañana, ayudarte a que apruebes esa asignatura que te parece una muralla, facilitar las relaciones con tu intolerante jefe o permitir que te liberes de una situación que te engulle.
Porque Dios no solo se presenta para el momento de la foto o para montar el espectáculo, te acompaña en cada instante. En las pequeñas y en las grandes batallas de la vida.
Supongo que te encuentras tentado a tomar tu himnario y memorizar algunos himnos. No está mal para comenzar, pero sería mejor que vivieras las promesas de Dios, que confiaras plenamente en él.