El ángel dijo a las mujeres: “¡No tengan miedo! Yo sé que ustedes buscan a Jesús, el que fue crucificado.
Mateo 28:5, VBL.
Las mujeres que acompañaron a Jesús durante su ministerio no lo abandonaron ni aun después de muerto. Prepararon especias aromáticas para ungirlo y, tras reposar el sábado, fueron temprano en la mañana al lugar donde estaba enterrado.
Acordaron reunirse en el lugar de la tumba. María Magdalena llegó primero (Juan 20:1) ¿Cómo pensaba remover la piedra que los guardias romanos habían colocado para asegurar la tumba? (Mar. 16:3). Cuando actúas por fe, no hay obstáculos que puedan limitar tu misión. Haz tu parte, Dios hace el resto.
Un ángel vino y movió la piedra (Mat. 28:2). María Magdalena corrió a avisar a los discípulos (Juan 20:2).
Las demás mujeres, María, la madre de Jacobo, Salomé y Juana (Mar. 16:1) llegaron al lugar acordado.
María Magdalena regresó a encontrarse con sus amigas, cuando vieron al ángel que había removido la piedra sentado sobre ella (Mat. 28:2) El ángel les dio el mensaje de resurrección y las comisionó para anunciarlo. Su dedicación fue premiada. Su esfuerzo no fue en vano.
Tu labor puede ser que parezca ignorada por las personas que te rodean, pero serás ciertamente recompensada por Dios mismo, de maneras que ni imaginas.
Sin demora, las mujeres salieron gozosas a dar el informe a los discípulos: “ ‘¡Ha resucitado, ha resucitado!’ Las mujeres repiten las palabras vez tras vez. Ya no necesitan las especias para ungirlo.
El Salvador está vivo, no muerto. Ahora recuerdan que, cuando hablaba de su muerte, les había dicho que resucitaría. ¡Qué día es éste para el mundo! Prestamente las mujeres se apartaron del sepulcro y ‘con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos’ ” (DTG, p. 733).
De nuevo, el miedo inicial se transformó en temor reverente y gozo indescriptible: “Ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las buenas nuevas a sus discípulos” (Mat. 28:8).
¿Has experimentado la muerte de un ser amado? No será por mucho tiempo. Jesús resucitado es la esperanza de todo cristiano: “No lloren como los que están sin esperanza ni ayuda. Jesús vive, y porque vive, nosotros también viviremos.
Brote de los corazones agradecidos y de los labios tocados por el fuego santo el alegre canto: ‘¡Cristo ha resucitado! Vive para interceder por nosotros.
Aprópiate de esta esperanza, y ella sostendrá tu alma como un ancla segura y probada. Cree, y verás la gloria de Dios’ ” (DTG, p. 737).
Esconde tu vida en Jesús, y no tendrás miedo ni aun a la muerte.