Entonces Moisés tomó a su mujer y a sus hijos, los puso sobre un asno y volvió a la tierra de Egipto. Tomó también Moisés la vara de Dios en su mano.
Éxodo 4:20
Sin asientos reclinables o acojinados, sin un techo que la cubriera del sol y ni soñar un aire acondicionado, así es como Séfora emprendió el viaje a Egipto sobre un asno. Las condiciones, aunque no del todo favorables, no fueron un impedimento para que ella fuera gozosa a la nueva misión de su marido. Silenciosa y amorosa, Séfora iba segura y convencida de que ella tenía una parte importante qué cumplir.
En ocasiones, las esposas de ministros, maestros, contadores o cualquier empleado al servicio de Dios, emprenden el viaje a su nuevo hogar, a su nueva misión, deseando que las comodidades sean las más placenteras. Y de encontrarse con un panorama desalentador, reniegan ante el más mínimo desencanto y reprochan a su esposo la vida anterior que gozaban. No es este el ejemplo de mansedumbre y fidelidad que la esposa de Moisés nos deja.
Cuando el Señor nos llama a servir en un nuevo territorio, no es por casualidad. Nuestro ciclo ha terminado donde estábamos y una nueva misión ha sido encomendada, no solo al esposo, sino también a la esposa, quien debe humildemente seguir al compañero que eligió para la vida. Cuán decepcionadas se sienten algunas señoritas que se casaron locamente enamoradas de un hombre, más no del ministerio. Con cuánta frecuencia se oyen los sueños de las niñas por unir sus vidas a las de un pastor. Si tan solo comprendieran la responsabilidad que esto conlleva, orarían lo suficiente para que el Señor las prepare para tan sagrado ministerio. Tristemente, algunas esposas se han bajado del asno y no quieren seguir el camino hacia el nuevo destino porque ellas esperaban ser transportadas en un Ferrari.
El texto de hoy dice que Moisés llevaba en su mano la vara de Dios, como símbolo de que Dios mismo iba con ellos. Querida amiga, mientras tu esposo lleve consigo la vara como símbolo de la dirección divina, síguelo con toda confianza y apóyalo en todo cuanto esté a tu alcance para seguir llevando el evangelio del amor de Dios a todo el mundo. Aun cuando los lugares no sean confortables o bonitos, haz que tu presencia dé a luz el gozo de vivir en santidad y armonía.