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No se trata de ti

Si confesamos nuestros pecados, podemos confiar en que Dios, que es justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad.

1 Juan 1:9

Pocos meses antes de terminar la universidad, conseguí mi primer empleo como capellán en un colegio. Una mañana, cerca del final del año escolar, una joven del último grado de secundaria pidió hablar conmigo. Había entregado su corazón a Jesús, pero no había experimentado ninguna sensación. «Cuando oro-me dijo- no siento nada. He confesado mis pecados, pero no siento ningún cambio en mí. No me siento perdonada. No me siento diferente. ¿Qué me pasa? ¿Será que esto no es para mí?».

He conocido muchas personas que, al igual que esta joven, oran, leen la Biblia y confiesan sus pecados, pero «no sienten nada». ¿A qué se debe eso? En gran medida al hecho de que solemos dar demasiado crédito a nuestros sentimientos y se nos olvida que «nada hay tan engañoso y perverso como el corazón humano» (Jeremías 17:9).

En El camino a Cristo, Elena G. de White señala: «Es posible que alguien no sea capaz de determinar un momento y lugar exactos para su conversión, o que no pueda, tal vez, señalar la sucesión de circunstancias que lo condujeron a ella; pero esto no indica que esa persona no se haya convertido» (p. 85).

Ahora bien, si no puedo confiar plenamente en mis sentimientos, en lo que respecta al perdón de mis pecados o la seguridad de mi salvación, ¿en quién puedo confiar? ¡En el Dios que ha prometido perdonarme y salvarme! Cuando reflexionamos en la salvación tenemos que reconocer que no se trata de nosotros y que nuestra percepción no es la que determina la realidad.

En 1 Juan 1: 9, el apóstol señala que si confesamos nuestros pecados, «Dios, que es justo, nos perdonará». ¿Te fijaste? ¡La salvación no depende de cómo yo me siento al respecto, sino de la justicia de Dios!

Si le has entregado tu corazón a El Salvador, hoy puedes tener la plena seguridad de que estás salvo en Cristo. No porque yo lo diga ni porque lo sientas o no, sino porque Dios lo ha prometido y porque su Palabra es digna de confianza.