Pero Jonás, en lugar de obedecer, trató de huir del Señor, y se fue al puerto de Jope, donde encontró un barco que estaba a punto de salir para Tarsis; entonces compró pasaje y se embarcó para ir allá.
Jonás 1: 3
Hace poco, un pastor contó una simpática historia durante su sermón, acerca de su pequeña hija. Contó que, un día, ella descubrió que, al taparse los ojitos con las manos, todo se ponía oscuro. Todo desaparecía, hasta ella misma. La familia del pastor solía dedicar unos minutos en las tardes a jugar, y el juego preferido de los niños era las escondidas. Todos buscaban un escondite, y uno de los miembros de la familia tenía que encontrarlos.
Un día, mientras jugaban, dieron la orden de buscar un escondite. Todos salieron a la carrera a esconderse, menos la niña, que sencillamente cerró los ojos, se los tapó con sus manitas y se quedó rígida en la sala de la casa. El padre se le acercó y le dijo:
—Amor, debes esconderte; rápido, busca un escondite.
A lo que ella respondió:
—Ya estoy escondida, nadie puede verme, ni yo misma me puedo ver.
Al cerrar los ojos y ver que todo quedaba a oscuras, la niña pensaba que no era necesario esconderse y que nadie podía verla. Realmente todos la estaban viendo, solo ella pensaba que nadie la observaba. Hoy hay mucha gente que piensa que un simple clic mental hace desaparecer todo a su alrededor, incluso a Dios. Van por la vida ufanándose de su total independencia, pero en realidad es una mera ilusión que solo existe en su mente. Nada es más triste que llegar al final de la vida sin Dios. Sin Dios no se puede ser feliz, aunque tengas todo lo que un ser humano pueda desear. ¿Qué hacer sin Dios?
Lo bueno es que, al igual que el padre del relato, Dios está ahí, cerca de nosotros. Incluso cuando apretamos los ojos para no verlo. Él está a nuestro lado, nada escapa de su mirada, no hay lugar que pueda escondernos, ¿y para qué querremos escondernos de Aquel que solo desea nuestro bien? Hoy, @Dios te dice: «Hijo/a, yo estoy contigo, te puedo ver incluso en la más densa oscuridad. Deja de correr y ven a mis brazos. Abre los ojos y me encontrarás junto a ti».